LA TRANSFORMACIÓN, PERO EN REVERSA
PERSPECTIVA
Por Marcos Pineda Godoy
Miércoles 16 de julio de 2025
En la década de los setenta del siglo pasado, el sistema político mexicano atravesó por una severa crisis de credibilidad que tuvo alcances internacionales.
Tras las decisiones autoritarias y represoras del régimen priista, en ese entonces ya con 50 años en el poder, las cúpulas políticas entendieron que ya no sería sostenible la paz social ni la gobernabilidad si no se reformaba el sistema electoral y de partidos políticos. Por eso, se llevó a cabo la primera gran reforma electoral de 1977. Había que oxigenar al sistema o terminaría por asfixiarse.
Ahí comenzó una larga sucesión de reformas en las que paulatinamente fueron incorporadas las demandas de los grupos opositores, particularmente de las izquierdas que, ante la aplanadora electoral y el control del gobierno de los órganos responsables de organizar las elecciones, carecían de oportunidades reales de acceder a espacios de representación, es decir, a por lo menos contar con voz, voto y recursos para las minorías electorales, con la esperanza de hacerlos crecer en el futuro, lo que terminó sucediendo en el largo plazo, y la hegemonía priista llegó a su final, en el 2000.
Entre muchos otros de los cambios a las reglas electorales estuvo el paso de un sistema de elección por el principio de mayoría relativa a uno mixto, que incluyera el principio de la representación proporcional, sin dejar de darle mayor peso al primero, con la intención de no perder el control de los órganos legislativos, senadores y diputados federales.
La representación proporcional, las asignaciones de plurinominales, pues, significó la posibilidad de que las minorías también contaran con representantes, en función de la cantidad de votos que obtuvieran en las elecciones. Aunque la demanda de hacer más democrático al sistema electoral y de partidos provenía principalmente de las izquierdas, también las derechas se beneficiaron de la misma, incluso en mayor medida, durante los dos primeros sexenios de este siglo.
Sin los plurinominales no habría sido posible que los partidos opositores se mantuvieran y lograran crecer, hasta llegar al poder presidencial, tal como lo hicieron el PAN y Morena. Sin los plurinominales los partidos pequeños no existirían, ni siquiera los aliados de la cuarta transformación.
En el sexenio de Enrique Peña Nieto hubo un primer intento por disminuir la cantidad de plurinominales, pensando que así habría más probabilidades de conservar el poder. Pero la propuesta fue rechazada rotundamente por la oposición, en conjunto.
La polémica sobre los plurinominales, diputados y senadores electos por el principio de representación proporcional, fue propiciada en México por sectores ligados a los grupos conservadores, bajo el falaz argumento de que no fueron electos por nadie y resultan muy costosos. Esos mismos argumentos son en los que se basará la próxima reforma electoral y que volverá a condenar a la marginación de las minorías políticas y completando así la transformación, pero en reversa, o sea, de nuevo a un sistema hegemónico y excluyente.
El que tenga ojos, que vea.
Y PARA INICIADOS:
Ya se completó el proceso legislativo para extinguir al Instituto de la Mujer y pasar de 20 a 30 diputados locales. Más de treinta cabildos, que forman al constituyente permanente, dieron su visto bueno para ambas reformas. Lejos, muy lejos de ser escuchados, quedaron quienes trataron de promover el rechazo en los municipios. Y ¿saben? También quedaron identificados dentro de sus propios grupos políticos o de intereses.
La información es PODER!!!