LA UAEM Y EL AGUINALDO QUE LLEGA EN CAMILLA: CRÓNICA DE UNA CRISIS ANUNCIADA

CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Jueves 27 de noviembre de 2025
La crisis financiera de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM) se ha convertido en un ritual tan puntual como el calendario gregoriano: cada diciembre, el rector (hoy rectora) en turno levanta la mano para pedir un rescate millonario que permita pagar los aguinaldos. Este 2025 no es la excepción.
La rectora Viridiana Aydeé León Hernández anunció que la institución necesita 270 millones de pesos urgentes para cumplir con sus más de seis mil trabajadores, mientras asegura que catorcenas y prima vacacional están cubiertas gracias a un año entero de austeridad extrema.
El problema no es nuevo; es el mismo guión desde hace casi una década, solo cambian los nombres de los actores y la justificación del día.
Lo verdaderamente alarmante es que una universidad que forma a más de 30 mil estudiantes y que debería ser motor de desarrollo para Morelos tenga que mendigar cada fin de año como si fuera una asociación civil en quiebra.
El crecimiento desordenado de la matrícula y la nómina desde 2016 nunca fue acompañado por un presupuesto proporcional, y los sucesivos gobiernos —federales y estatales— han preferido la política del parche: un adelanto de participaciones aquí, un apoyo extraordinario allá, y que Dios reparta suerte.
El año pasado funcionó porque llegó dinero de los dos niveles; este año, con la resaca del huracán Otis y los recortes nacionales, nadie apuesta a que la historia se repita sin drama.
La rectora insiste en que las gestiones están avanzadas y que confía en la sensibilidad de la gobernadora Margarita González Saravia y de la SEP federal. Ojalá tenga razón, porque el costo de equivocarse no lo paga ella sola: lo pagan miles de familias que dependen de ese aguinaldo, estudiantes que podrían ver interrumpidas sus clases por protestas sindicales y una institución que, una vez más, quedará exhibida como ejemplo de fragilidad.
Es indignante que en pleno siglo XXI la máxima casa de estudios de un estado tenga que actuar como gestora de crisis en lugar de centrarse en investigación, extensión y calidad académica.
Y aquí viene la pregunta incómoda que nadie en Los Pinos ni en Palacio de Gobierno de Morelos quiere responder con honestidad: ¿hasta cuándo vamos a seguir tolerando que las universidades públicas estatales vivan al día, dependiendo de la caridad anual de los presupuestos?
La austeridad que tanto presume la rectora es necesaria, pero no puede ser la única respuesta estructural. Hace falta un fondo de estabilización real, un incremento progresivo y etiquetado del presupuesto, y sobre todo voluntad política para entender que invertir en la UAEM no es un favor, es una obligación del Estado mexicano.
Mientras tanto, los trabajadores cruzan los dedos y los estudiantes contienen la respiración. Si llega el rescate, respiraremos aliviados hasta diciembre del 2026. Si no llega, tendremos el clásico estallido de fin de año con marchas, plantones y titulares que avergüenzan a todos. En cualquier caso, la UAEM seguirá siendo la gran enferma crónica del sistema educativo morelense, y nosotros seguiremos fingiendo sorpresa cuando cada noviembre suene la misma alarma. Es hora de curar la enfermedad, no solo de ponerle otra inyección de emergencia.
