LA VULNERABILIDAD EN TIEMPOS DE INCERTIDUMBRE
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Sábado 31 de mayo de 2025
En un mundo donde la incertidumbre parece ser la única constante, la vulnerabilidad se ha convertido en una experiencia universal. Desde la perspectiva filosófica de Martin Heidegger, la existencia humana está intrínsecamente marcada por el “ser arrojado” al mundo, enfrentándonos a la ansiedad de nuestra finitud y fragilidad. Esta sensación se amplifica hoy por múltiples factores: crisis económicas, desigualdades sociales, el impacto persistente de pandemias, el cambio climático y la polarización política. En el caso de México debemos agregar a la inseguridad.
La vulnerabilidad no es solo un estado emocional, sino una condición existencial que nos recuerda nuestra interdependencia y la fragilidad de nuestras estructuras sociales. Como señala Judith Butler, ser vulnerable es reconocer que nuestra vida depende de otros, lo que nos invita a construir comunidades más solidarias.
Desde el ámbito psicológico, la vulnerabilidad se manifiesta en el aumento de trastornos de ansiedad y depresión, que la Organización Mundial de la Salud reporta en ascenso desde hace una década. Las causas principales incluyen la precariedad laboral, que afecta especialmente a los jóvenes; la sobreexposición a redes sociales, que fomenta comparaciones irreales; y el aislamiento social, agravado por la digitalización de las relaciones humanas. Además, eventos globales como conflictos bélicos y desastres naturales generan una sensación de descontrol. La psicología positiva, sin embargo, sugiere que aceptar la vulnerabilidad puede ser un punto de partida para la resiliencia. Brené Brown, experta en el tema, argumenta que abrazar nuestra fragilidad nos permite conectar auténticamente con otros y encontrar sentido en nuestras experiencias.
Para las personas que se sienten vulnerables, el primer paso es reconocer que no están solas en su experiencia. La introspección, apoyada por prácticas como la meditación o la escritura reflexiva, puede ayudar a procesar emociones. Buscar apoyo en comunidades, ya sea en familia, amigos o grupos de apoyo, es crucial, ya que la conexión humana mitiga el aislamiento. Además, establecer rutinas pequeñas pero significativas, como el ejercicio o la lectura, fortalece la autoestima y el sentido de agencia. La terapia psicológica, cuando sea accesible, ofrece herramientas para navegar estas emociones. La filosofía estoica, con su énfasis en controlar lo que está en nuestras manos y aceptar lo que no, también puede ser un faro para gestionar la incertidumbre.
Los gobiernos tienen una responsabilidad ineludible en mitigar las causas estructurales de la vulnerabilidad. Políticas públicas que garanticen acceso a salud mental, educación y empleo digno son esenciales. La desigualdad económica, por ejemplo, podría abordarse con sistemas fiscales más justos y programas de redistribución. La protección del medio ambiente y la preparación ante desastres naturales también son cruciales para reducir la inseguridad colectiva. Sin embargo, la confianza en las instituciones se erosiona cuando los líderes no actúan con integridad. Quiero hacer énfasis en que los políticos y algunos gobernantes a menudo fallan como modelos a seguir para la juventud, atrapados en escándalos, corrupción o discursos divisivos que priorizan el poder sobre el bienestar común.
Esta reflexión sobre la falta de liderazgo ético es un recordatorio de que la vulnerabilidad no solo surge de factores externos, sino también de la desilusión con quienes deberían inspirarnos. Los jóvenes, al observar a líderes que anteponen intereses personales, pueden sentirse desmotivados o cínicos. Esto subraya la necesidad de que la sociedad civil exija transparencia y rendición de cuentas. Los ciudadanos pueden presionar por un liderazgo que modele valores como la empatía y la responsabilidad, contrarrestando el ejemplo negativo de algunos gobernantes. La filosofía de Hannah Arendt nos invita a actuar en el espacio público, recordándonos que el poder colectivo puede transformar realidades.
En última instancia, la vulnerabilidad no es un defecto, sino una puerta hacia la empatía y la acción colectiva. Como individuos, podemos cultivar resiliencia y buscar conexiones auténticas. Como sociedad, debemos exigir que nuestros líderes aborden las causas sistémicas de la inseguridad con políticas inclusivas y éticas. En un mundo que nos confronta con nuestra fragilidad, la respuesta no es el aislamiento, sino la solidaridad. Aceptar nuestra vulnerabilidad, como propone Butler, es el primer paso para construir un futuro donde nadie se sienta solo en su lucha.