Las diferencias entre las mafias del ayer y el cobro de piso en el México de hoy
LA CRÓNICA DE MORELOS. Martes 12 de noviembre de 2024.
El delito de extorsión, conocido en México como “cobro de piso”, presenta interesantes paralelismos y divergencias cuando se compara con las prácticas de las mafias del pasado, ya sea de la italiana o las que controlaron ciudades en Estados Unidos. Esta práctica, que esencialmente obliga a comerciantes y empresarios a pagar por supuesta protección o para evitar represalias, no es un fenómeno completamente nuevo en el contexto criminal, pero su adaptación en México ha tomado un carácter distintivo.
En Italia, la Mafia practicaba el “pizzo”, similar en esencia al cobro de piso. Esta actividad no solo servía para obtener ingresos ilícitos sino también para ejercer control sobre comunidades y negocios, asegurando lealtad y silencio. La metodología de cobro periódico y la amenaza de violencia si no se cumplía con el pago son elementos comunes con el modus operandi de los grupos criminales en México, mostrando una continuidad en las prácticas extorsivas a lo largo de distintas culturas y épocas.
Sin embargo, en México, el cobro de piso ha evolucionado para adaptarse a una realidad social, económica y criminal específica. Mientras que la Mafia italiana se centraba en negocios formales como una forma de blanqueo de dinero y control, en México, este esquema se ha extendido a la economía informal, afectando a vendedores ambulantes, mercados locales, y hasta productores agrícolas. Esto refleja una adaptación al tejido económico del país, donde la informalidad juega un papel significativo.
Comparando con las mafias históricas de Estados Unidos, encontramos que, aunque la extorsión fue una herramienta clave para grupos como la Cosa Nostra, especialmente durante la época de la Ley Seca y en el control de sindicatos, la estructura y la forma de operar en México presentan diferencias notables. En Estados Unidos, la estructura jerárquica de las mafias era estricta y formalizada, mientras que en México, la organización puede ser más fluida, con células o bandas que operan bajo el paraguas de cárteles más grandes o de manera independiente.
La violencia asociada con el cobro de piso en México ha escalado en los últimos años, no solo como una forma de intimidación, sino también debido a la lucha entre diferentes grupos por el control territorial. Este nivel de violencia contrasta con las prácticas más silenciosas de extorsión en Estados Unidos, donde la violencia, aunque presente, no siempre era el primer recurso.
En México, la competencia por territorios y rutas de tráfico ha intensificado el uso de la fuerza para asegurar el cumplimiento de los pagos.
Otro aspecto distintivo en México es cómo el cobro de piso se ha convertido en una fuente de financiamiento para actividades criminales más allá de la extorsión misma, como el narcotráfico, el secuestro, y otras formas de delincuencia organizada. Esto difiere del modelo de Estados Unidos, donde la extorsión servía más directamente para el control de territorios y la expansión del poder de la mafia dentro de la economía legal.
Finalmente, el contexto legal y social en el que opera el cobro de piso en México muestra desafíos únicos. La corrupción, la falta de recursos y a veces la complicidad de autoridades locales dificultan la erradicación de esta práctica, a diferencia de Estados Unidos donde leyes como RICO proporcionaron herramientas legales robustas contra organizaciones criminales. Esta adaptación de métodos antiguos a un nuevo contexto no solo habla de la resiliencia de las prácticas criminales, sino también de la necesidad de soluciones específicas y adaptadas a las realidades locales para combatirlas eficazmente.