LAS RECURRENTES TENSIONES ENTRE MÉXICO Y ESTADOS UNIDOS
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Lunes 16 de junio de 2025
Las tensiones recientes entre los gobiernos de Estados Unidos y México tienen múltiples causas, principalmente relacionadas con políticas comerciales, migración, seguridad y disputas sobre recursos naturales. Desde la llegada de Donald Trump a la presidencia en 2025, se han intensificado las fricciones debido a su postura agresiva hacia México, incluyendo amenazas de imponer aranceles de hasta un 25 por ciento a las importaciones mexicanas si no se frena la migración irregular y el tráfico de drogas, especialmente el fentanilo. Además, la designación de cárteles mexicanos como organizaciones terroristas por parte de EE. UU. ha generado preocupaciones en México sobre posibles intervenciones que violen su soberanía, lo que ha llevado a respuestas diplomáticas y propuestas de reformas constitucionales en México para reforzar la protección de su autonomía.
Otro factor clave es la relación comercial, marcada por la interdependencia económica a través del T-MEC. México es el principal socio comercial de EE. UU., pero las políticas proteccionistas de Trump, como la renegociación del tratado y las acusaciones de que México sirve como puerta trasera para importaciones chinas, han generado incertidumbre. Las reformas energéticas mexicanas, que favorecen a empresas estatales, han sido vistas por EE. UU. como violaciones al T-MEC, lo que ha derivado en consultas de resolución de disputas. Asimismo, la reforma judicial en México, que podría debilitar el estado de derecho, ha levantado preocupaciones en EE. UU. y Canadá sobre la estabilidad de las inversiones y la democracia mexicana, aumentando las tensiones bilaterales.
En el ámbito de la seguridad y la migración, la retórica de Trump ha exacerbado los conflictos al culpar a México por no controlar el flujo migratorio y el narcotráfico. La extradición de narcotraficantes mexicanos a EE. UU., como Rafael Caro Quintero, refleja esfuerzos de cooperación, pero también tensiones, ya que México insiste en una relación basada en la corresponsabilidad. El tráfico de armas desde EE. UU. hacia México, que alimenta la violencia de los cárteles, sigue siendo un punto de discordia, con México demandando mayor control en los condados estadounidenses que son origen de estas armas. Las recientes deportaciones masivas y el despliegue de soldados estadounidenses en la frontera han elevado aún más la percepción de hostilidad.
Finalmente, un conflicto menos visible pero significativo es el relacionado con el agua, regulado por el Tratado de Aguas de 1944. México enfrenta dificultades para cumplir con su cuota de entrega de agua del Río Bravo a EE. UU. debido a sequías severas y sobreconcesionamiento, lo que ha generado protestas de agricultores estadounidenses y propuestas de sanciones económicas por parte de congresistas de Texas. Este problema, agravado por el cambio climático, pone en riesgo la estabilidad de la relación bilateral, ya que ambos países enfrentan presiones internas y externas para renegociar acuerdos que garanticen un reparto equitativo de recursos hídricos. Las tensiones son el resultado de una combinación de políticas unilaterales, intereses económicos, problemas de seguridad y desafíos ambientales que requieren una cooperación diplomática más sólida para evitar una crisis mayor.
EL FACTOR MORENA
Los desplantes y la retórica de algunos miembros destacados de Morena, el partido gobernante en México, han contribuido a exacerbar las tensiones con Estados Unidos. La postura nacionalista y a veces confrontacional de figuras clave, como el ex presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y su sucesora, Claudia Sheinbaum, generaron fricciones al responder con firmeza a las presiones de EE. UU., particularmente en temas como migración, narcotráfico y comercio. Por ejemplo, AMLO calificó las amenazas de aranceles de Trump como “inaceptables” y ha defendido la soberanía mexicana frente a propuestas como la designación de cárteles como organizaciones terroristas, lo que, aunque resuena con el electorado mexicano, puede interpretarse en EE. UU. como una falta de disposición a cooperar.
Además, declaraciones de líderes de Morena, como las del diputado federal Ricardo Monreal, que han criticado la “intromisión” de EE. UU. en asuntos internos (como la reforma judicial o las políticas energéticas), refuerzan una narrativa de resistencia que, aunque políticamente popular en México, complica el diálogo bilateral. Estas posturas, combinadas con acciones como la propuesta de reformas constitucionales para blindar la soberanía mexicana ante posibles sanciones extranjeras, son vistas por algunos sectores en EE. UU. como provocaciones que dificultan la negociación en temas sensibles como el T-MEC o la seguridad fronteriza.
Por otro lado, la retórica de Morena también responde a una estrategia interna para mantener la cohesión de su base electoral, que valora la defensa de la dignidad nacional frente a lo que perciben como agresiones históricas de EE. UU. Sin embargo, esta actitud puede ser un arma de doble filo, ya que, al priorizar el discurso soberanista, se corre el riesgo de escalar las tensiones con un gobierno estadounidense, liderado por Trump, que también utiliza una retórica agresiva para apelar a su electorado. Así, los desplantes de Morena, aunque motivados quizás por una defensa legítima de los intereses mexicanos, a menudo añaden leña al fuego al polarizar aún más la relación bilateral.
En resumen, mientras las políticas y amenazas de EE. UU. son un factor principal en las tensiones, la retórica nacionalista y los gestos soberbios de algunos líderes de Morena no solo responden a esas presiones, sino que también contribuyen a mantener un clima de confrontación. Una diplomacia más moderada desde ambos lados podría facilitar acuerdos, pero el contexto político interno en México incentiva a Morena a mantener una postura firme, lo que perpetúa el ciclo de desencuentros.