LIBROS DE TEXTO EN LA 4T
OPINIÓN
Por Jorge Messeguer Guillén
Lunes 21 de agosto de 2023
En la primaria, al empezar el día, lo primero que hacíamos al entrar al salón de clases era abrir la libreta rayada, de pasta dura y de forma francesa; en el la parte superior izquierda de la nueva hoja correspondiente al nuevo día, marcábamos un recuadro de unos 5×5 centímetros, le llamábamos la viñeta, a un lado de la misma se escribía la fecha y las observaciones ambientales del día: temperatura, cielo, viento. Ese espacio era destinado para realizar algún dibujo alusivo a alguna conmemoración histórica, algún tema relevante del momento, o simplemente tema libre. Una vez terminado este ejercicio creativo y relajante, seguían el cálculo mental los lunes, miércoles y viernes, redacción los martes y jueves.
EL cálculo mental era eso precisamente, el maestro o la maestra en turno, enunciaban en voz alta operaciones aritméticas, nosotros las íbamos resolviendo mentalmente y al final escribíamos el resultado en el cuaderno; la complejidad obviamente variaba dependiendo del grado de que se trataba; en primero de primaria eran sumas y restas de uno o dos dígitos, ya en segundo y tercero eran multiplicaciones y divisiones y en sexto podrían ser operaciones con quebrados, raíces cuadradas o algún exponencial sencillo como elevar al cuadrado o una combinación de las anteriores.
Al final entre todos resolvíamos en el pizarrón cada uno de los ejercicios y podíamos comprobar con el resultado que habíamos previamente anotado en el cuaderno. Nosotros mismos nos auto calificábamos, pero sobre todo nos dábamos cuenta de nuestros aciertos y errores para corregirlos. Esto del cálculo mental era un ejercicio divertido y útil para ejercitar las neuronas. Otro de las actividades relacionadas con las matemáticas en su rama de aritmética y geometría, consistía en resolver ejercicios de mecanizaciones bastante complejas, recuerdo algún maestro que exigía la terminación de estos ejercicios como condicionante para salir al recreo de media mañana.
Eso sería impensable hoy y estaría sujeto a una denuncia ante los derechos humanos, pero la realidad es que te obligaba a hacer las cosas bien y con disciplina. Que yo recuerde nadie sufrió ningún trauma por haber perdido unos minutos de descanso en aras de resolver los ejercicios planteados.
Los martes y jueves trabajábamos duro en la materia que llamaban “Lengua Nacional”, que abarcaba desde aprender las letras en los tipos de “molde y manuscrito”, hasta leer y escribir, pasando por la gramática y la ortografía. Un ejercicio habitual consistía en hacer ejercicios de redacción de algún tema determinado, escribías porque escribías. Reconozco que me costaba más la redacción que el cálculo mental.
La orientación ideológica de entonces era claramente orientada al nacionalismo revolucionario. Era la época de oro del presidencialismo priísta. La historia y los héroes nacionales eran los que determinaba el régimen; también los enemigos de la patria estaban bien identificados, encabezando la lista Hernán Cortés y Porfirio Díaz, faltaba más. Uno por conquistador y el otro por dictador. Quien les manda.
También aprendíamos lo que le llamaban ciencias naturales, algo que tenía que ver con biología y con temas relacionados con lo que hoy llamamos medio ambiente y ecología. No omito la geografía y por supuesto la historia de México y universal, materias que aprendíamos en los libros de la SEP, muy buenos por cierto.
Todo esto viene a cuento del debate que se está dando en torno a los libros de texto. Sin ser experto, he estado escuchando tanto del lado del gobierno federal que los defienden como el gran proyecto educativo de la 4T, así como de los expertos independientes que los han revisado y han encontrado errores graves, inconsistencias, adoctrinamiento y ocurrencias en los nuevos textos. Por cierto su elaboración y dirección estuvo a cargo de un personaje de esa izquierda trasnochada, defensora de la dictadura cubana y amiga de la revolución “bolvariana” de Chávez en Venezuela, que a los errores imperdonables de los nuevos libros de texto les llama áreas de oportunidad. No tiene vergüenza el personaje.
Habrá que seguir de cerca el debate, a partir del mismo se puedan corregir y sobre todo puedan contar con la participación de todas y todos en un proceso abierto y transparente, contrario al hermetismo en el que se hicieron los actuales.
De no ser así este país formará niños con graves carencias y sin herramientas para enfrentar el mundo que les espera y sin capacidades para desarrollarlas. Por lo pronto esos libros servirán para muy poco, como casi todas las cosas que ha hecho la 4T.
Volteo hacia atrás y veo una educación más simple, sin tantos adornos pero mucho más efectiva.