LOS POLÍTICOS DE HOY: ¿MENOS TONTOS QUE LOS DE ANTES?
OPINIÓN
Por Regina M. Cinta Becerril
Miércoles 18 de diciembre de 2024
El panorama político en México ha evolucionado notablemente en las últimas décadas, especialmente en cuanto a la rendición de cuentas y la transparencia.
Históricamente, la corrupción y la impunidad han sido características endémicas de la política mexicana, con numerosos casos de malversación y desvío de fondos públicos que rara vez resultaban en consecuencias legales significativas para los involucrados.
Sin embargo, en los últimos años, se ha observado un incremento en los esfuerzos por combatir estos problemas. Iniciativas como la creación de la Secretaría de Contraloría en 1982, el Instituto Federal de Acceso a la Información en 2002 y la Comisión Nacional Anticorrupción propuesta por Enrique Peña Nieto en 2012, aunque con resultados mixtos, han buscado instaurar mecanismos de control y mayor transparencia.
A pesar de estos avances institucionales, la percepción pública de la corrupción en la política mexicana sigue siendo extremadamente negativa. De acuerdo con encuestas recientes, el 90% de los mexicanos considera que los partidos políticos son corruptos, lo que refleja una desconfianza generalizada hacia los políticos y las instituciones que representan. Esta percepción no es solo una cuestión de opinión pública; las estadísticas sobre denuncias penales y la baja tasa de consignaciones de casos de corrupción evidencian que, aunque hay más intentos de fiscalización, la impunidad sigue siendo un problema significativo. Por ejemplo, entre 1998 y 2012, de 444 denuncias presentadas por la Auditoría Superior de la Federación, solo siete resultaron en consignación.
La presión social y mediática ha llevado a que algunos políticos sean más cuidadosos en sus prácticas, sabiendo que podrían enfrentar auditorías especiales y responsabilidades penales. Casos como el de los gobernadores encarcelados por corrupción muestran que, aunque sea excepcional, existe una mayor vigilancia y en algunos casos, una aplicación de la justicia. Esta nueva era de escrutinio público se ve reforzada por la mayor accesibilidad a la información y las redes sociales, donde los ciudadanos pueden denunciar y difundir casos de corrupción con mayor facilidad. No obstante, la efectividad de estas medidas está aún en debate, dado que la impunidad y la corrupción continúan presentes en muchos niveles de gobierno.
Aunque ha habido avances en términos de legislación y mecanismos de control, la diferencia real en el comportamiento de los políticos mexicanos es marginal. Los políticos actuales pueden ser más cautelosos debido a la posibilidad de ser fiscalizados, pero esto no necesariamente significa que sean “menos pendejos” o corruptos que sus predecesores. La cultura de la corrupción sigue arraigada, y aunque existen más herramientas para combatirla, la percepción es que la corrupción sistémica y la impunidad aún prevalecen.
La clave para un verdadero cambio radica, no solo en las leyes y auditorías, sino en un cambio cultural y en la exigencia de responsabilidad por parte de la sociedad civil y los medios de comunicación.