MAESTROS DEL FINGIMIENTO
OPINIÓN
Por Guillermo Cinta Flores
Martes 22 de julio de 2025
Nicolás Bernardo de Maquiavelo, nacido en Florencia en 1469 y fallecido en 1527, nos legó en El Príncipe una máxima que resuena con escalofriante vigencia en el México de hoy: “Es indispensable disfrazar bien las cosas y ser maestro en fingimiento, pues los hombres son cándidos y tan sumisos a las necesidades del momento que, quien engañe, encontrará siempre quien se deje engañar”. En Tabasco, los exgobernadores Adán Augusto López Hernández, hoy senador, y Carlos Manuel Merino Campos, actual director de Aeropuertos y Servicios Auxiliares, parecen haber memorizado este consejo al pie de la letra, pero sus máscaras se desmoronan ante la verdad que los persigue.
La revelación de los nexos de Hernán Bermúdez Requena, exsecretario de Seguridad Pública bajo ambos mandatarios, con el grupo criminal “La Barredora” y el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), ha dejado al descubierto la podredumbre que intentan negar. Informes militares filtrados por el colectivo Guacamaya, elaborados entre 2019 y 2022, señalaban a Bermúdez como el “Comandante H”, líder de una red dedicada al robo de combustible, extorsión y tráfico de drogas. Estos reportes, que llegaron incluso al expresidente Andrés Manuel López Obrador, fueron ignorados por Adán Augusto y Merino, quienes ahora juran desconocer las actividades delictivas de su colaborador. ¿Ignorancia o complicidad? La respuesta huele a farsa.
Retomo las palabras de la brillante socióloga Sara Sefchovich, quien en País de Mentiras (2009) escribió: “Es una actitud que no tiene signo partidista ni corriente ideológica, sino que se encuentra enraizada en la sociedad; de ahí la desconfianza y la incredulidad con que se recibe la información, sobre todo si procede del gobierno”. La incredulidad es hoy un escudo ciudadano ante las excusas de Adán Augusto, quien, desde el Senado, se deslinda con gráficos de dudosa procedencia, y de Merino, cuyo silencio es tan elocuente como sospechoso. La confianza en estos líderes se desvanece cuando los documentos militares, conocidos desde 2019, muestran que Bermúdez ya era señalado antes de su nombramiento como titular de Seguridad.
Sefchovich también nos advirtió: “¿Tenemos ganas de creer que un personaje va a cambiar años de mentiras y corrupción? Esa fantasía de que de la noche a la mañana todo cambia, eso es lo que me preocupa”. La fantasía se desvanece en Tabasco, donde Bermúdez, afiliado a Morena en 2023, operó impunemente bajo el amparo de dos gobernadores que ahora fingen sorpresa. Mientras el exsecretario, hoy prófugo con una ficha roja de Interpol, se paseaba por Panamá, España y Brasil, Adán Augusto y Merino miraban al otro lado, como si la violencia desatada en Tabasco no tuviera relación con su omisión. ¿Qué tan cándidos creen que somos los ciudadanos?
Mark Twain, el genial escritor estadounidense, nos dejó una reflexión que encaja como anillo al dedo: “La diferencia entre la realidad y la ficción es que la realidad no necesita ser verosímil. A veces me pregunto si el mundo está gobernado por personas inteligentes que nos están embromando, o por imbéciles que hablan en serio”. En el caso de Adán Augusto y Merino, la línea entre la astucia maquiavélica y la torpeza es difusa. Nombraron a un presunto criminal como jefe de seguridad, ignoraron alertas de inteligencia militar y ahora se esconden tras un velo de negaciones que nadie cree. La realidad, más extraña que la ficción, los exhibe como arquitectos de una farsa que ha costado vidas y seguridad en Tabasco.
El historial de Bermúdez no es nuevo: desde 1999, informes de inteligencia lo vinculaban con el Cártel del Golfo, y en 2006 fue detenido por un homicidio, aunque liberado. Aun así, Adán Augusto lo designó en 2019, y Merino lo ratificó hasta 2024. ¿Cómo justificar tal ceguera? La delincuencia institucionalizada, que creíamos combatir, floreció bajo su tutela. Licitaciones opacas, tráfico de influencias y el encubrimiento de un prófugo son el legado de estos “maestros del fingimiento”. Los tabasqueños, testigos de la violencia desatada por “La Barredora”, merecen más que excusas y gráficos manipulados.
La filósofa Hannah Arendt nos enseñó que la mentira política prospera cuando la verdad es ignorada por conveniencia. Adán Augusto y Merino, al ignorar los informes militares, no solo traicionaron la confianza pública, sino que permitieron que un presunto criminal manejara la seguridad de un estado. Ahora, con Bermúdez prófugo y la Interpol tras él, sus negaciones son un insulto a la inteligencia ciudadana. La verdad, aunque incómoda, siempre termina por alcanzarnos, y en Tabasco, la verdad señala con dedo acusador a quienes juraron proteger y, en cambio, encubrieron.
No hay transformación posible en un país donde la mentira sigue siendo la moneda de cambio. Los ciudadanos, como bien decía Sefchovich, mantenemos la esperanza a pesar de los engaños. Pero esa esperanza exige justicia: que Adán Augusto y Merino rindan cuentas, no con discursos vacíos, sino ante las autoridades. Que la búsqueda de Bermúdez no sea solo un espectáculo, sino un paso hacia el desmantelamiento de las redes de complicidad que aún infectan nuestra vida pública. Porque, como diría Twain, el mayor robo sigue ocurriendo mientras usted lee esto: el robo de la verdad, la seguridad y la dignidad de un pueblo.