MÉXICO EN EL MUNDO Y LA PAZ EN CASA

OPINIÓN
Por Jorge Argüelles Victorero
Jueves 4 de septiembre de 2025
En mi experiencia como excónsul de México en Arizona comprendí que la política exterior no es un tema reservado a cancilleres o embajadores. Lo que ocurre en las mesas de negociación internacionales, en los foros multilaterales o en los consulados, repercute directamente en la vida de millones de compatriotas que viven fuera de nuestras fronteras. Sus derechos, su seguridad y hasta la forma en que son tratados en su día a día están vinculados con la fortaleza o la debilidad con la que México se planta frente al mundo. Por eso, al revisar el Primer Informe de Gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum, destaco con satisfacción que la política exterior vuelve a guiarse por principios firmes y que la protección a los migrantes ocupa un lugar central.
México ha retomado la ruta de la dignidad. La presidenta reafirma lo que dicta nuestra Constitución: la autodeterminación de los pueblos, la no intervención, la solución pacífica de las controversias y la cooperación internacional. No se trata de retórica diplomática. Estos principios son la base de una política exterior activa que nos permite participar con voz propia en espacios como el G-20 o la ONU. Y no solo para figurar, sino para proponer. La iniciativa de destinar parte de los presupuestos militares mundiales a la reforestación y al combate a la pobreza es un ejemplo claro: México no se limita a reaccionar, propone soluciones globales desde una perspectiva humanista.
En este mismo sentido, la diplomacia cultural y la restitución de piezas arqueológicas son acciones que fortalecen el orgullo nacional y reafirman que nuestro país no está de rodillas, sino de pie, defendiendo su identidad y proyectando al mundo la riqueza de sus pueblos.
El tema migratorio merece una mención aparte. Por la experiencia diplomática y como diputado federal, sé bien lo que significa acompañar a nuestros connacionales en Estados Unidos: defenderlos en tribunales, asistirlos en situaciones de emergencia, ayudarles a reencontrarse con sus familias. Por ello, la visión expresada en el informe -“la migración es un derecho”- es mucho más que un discurso; es la convicción de un Estado que no abandona a los suyos. El programa “México te abraza”, que recibe con dignidad a los repatriados y les brinda apoyo para reintegrarse en sus comunidades, es un ejemplo de sensibilidad y compromiso humano que coloca a México a la vanguardia en la defensa de sus ciudadanos.
Pero la política exterior no tendría credibilidad si no se reflejara en la vida interna del país. Y aquí entra la Estrategia Nacional de Seguridad. El informe señala cuatro ejes: atender las causas estructurales de la violencia, fortalecer a la Guardia Nacional, usar la inteligencia para investigar y prevenir delitos, y coordinarse con estados y municipios. Este enfoque es distinto al de las décadas pasadas. Se rompe con la inercia de la “mano dura” que tantas heridas dejó, y se reconoce que la paz no se construye solo con operativos policiales, sino con oportunidades de educación, con programas sociales, con cultura y deporte en las colonias.
Los resultados empiezan a reflejarse: disminución de homicidios dolosos y de delitos de alto impacto, decomisos significativos de drogas y armas, así como miles de detenciones que muestran una coordinación más efectiva entre instituciones. Desde luego, no podemos cantar victoria; la violencia sigue presente y las comunidades aún demandan soluciones profundas. Sin embargo, la ruta está trazada con claridad: construir la paz como fruto de la justicia y no como simple efecto del miedo.
Como morelense conozco de cerca la doble realidad: la migración que se convierte en esperanza para muchas familias y la violencia que, en ocasiones, golpea con crudeza a nuestras comunidades. Por eso encuentro en este informe un mensaje esperanzador: proteger a quienes se fueron y dar seguridad a quienes estamos aquí. Ambas tareas se complementan y nos definen como Nación.
La Cuarta Transformación, en su segundo piso, demuestra que la dignidad y la paz son las coordenadas de la política de Estado. Un México respetado en el exterior y en proceso de pacificación en el interior es la mejor herencia que podemos dejar a las siguientes generaciones. La política exterior y la seguridad interna son, en realidad, dos caras de la misma moneda: la de un país que se sabe soberano, humano y comprometido con su gente.
Jorge Argüelles
COLABORADOR
@JORGEARGUELLESV