México y la normalización de la violencia: cómo la indiferencia alimenta la crisis
LA CRÓNICA DE MORELOS
Por Guillermo Cinta Flores
Lunes 7 de octubre de 2024
La normalización de la violencia en México es un fenómeno que ha permeado profundamente la vida cotidiana y el tejido social del país. Enfrentada a décadas de criminalidad, narcotráfico, corrupción e impunidad, gran parte de la sociedad ha desarrollado una especie de resignación ante la presencia constante de actos violentos, desde delitos comunes hasta crímenes de alto impacto.
La exposición diaria a la violencia, potenciada por los medios de comunicación y la falta de respuesta efectiva por parte de las autoridades, ha generado una desensibilización que dificulta la reacción social ante estos actos.
La violencia en México no es un fenómeno nuevo. A lo largo de su historia, el país ha vivido múltiples episodios de violencia sistémica, como la Revolución Mexicana (1910-1920) y las luchas armadas de mediados del siglo XX. Sin embargo, la violencia relacionada con el crimen organizado, particularmente los cárteles de la droga, ha crecido exponencialmente desde los años 80 y 90, con un aumento significativo tras la “Guerra contra el narcotráfico” declarada en 2006 por el entonces presidente Felipe Calderón.
Este conflicto armado ha dejado cientos de kilómetros de muertos, desplazados y desaparecidos, y ha sido acompañado por un aumento de la violencia de género, la corrupción política y la ineficacia institucional para garantizar la seguridad de la población. Esta constante exposición a la violencia ha generado una suerte de “anestesia” social ante estos actos, donde la población, en muchos casos, ha dejado de sorprenderse.
Los medios de comunicación juegan un papel fundamental en la normalización de la violencia. La constante cobertura de hechos violentos, especialmente los relacionados con el narcotráfico y los crímenes sensacionalistas, ha creado un “espectáculo” de la violencia, donde los homicidios, balaceras, secuestros y feminicidios se presentan de manera normal.
Esta exposición diaria a la violencia tiende a desensibilizar a la población. Los casos dejan de tener un impacto significativo en el debate público, convirtiéndose en estadísticas frías o en eventos que ya no provocan la reacción social necesaria para exigir justicia o cambios estructurales. En lugar de ello, muchas veces se cae en la indiferencia, lo cual refuerza la impunidad.
Uno de los elementos clave en la normalización de la violencia en México es la impunidad.
La corrupción en los cuerpos policiales, el sistema judicial y las estructuras gubernamentales también es un factor determinante. En muchos casos, las autoridades son cooptadas o intimidadas por los grupos criminales, lo que provoca que las víctimas no confíen en las instituciones para denunciar los delitos o buscar justicia.
La violencia de género es otra cara alarmante de esta normalización. Los feminicidios han aumentado drásticamente en las últimas décadas, y a menudo son tratados con desdén o falta de urgencia por parte de las autoridades. En muchas comunidades, la violencia contra las mujeres es vista como un problema privado o doméstico, y se ignora la gravedad de los feminicidios, las agresiones sexuales y otras formas de vida.
A pesar de los movimientos sociales y feministas que han surgido en los últimos años, exigiendo justicia y reconocimiento de estos problemas, los casos de violencia de género siguen siendo elevados.
Uno de los sectores más vulnerables ante la normalización de la violencia es la juventud.
La exposición a la violencia desde una edad temprana afecta la salud mental, la visión del mundo y las expectativas de vida de los jóvenes. Las consecuencias pueden ser devastadoras, ya que esta normalización conduce a la perpetuación de ciclos de violencia.
Si bien existe una clara desensibilización ante la violencia, también es cierto que hay un creciente movimiento social que busca resistir esta normalización. Organizaciones de derechos humanos, movimientos feministas y colectivos ciudadanos han surgido en los últimos años para exigir justicia y seguridad. Sin embargo, las respuestas políticas han sido insuficientes y, en muchos casos, superficiales. Los esfuerzos para reformar el sistema de justicia penal y de seguridad no han logrado frenar significativamente la violencia. En cambio, las estrategias de militarización han profundizado el conflicto y la violencia en varias regiones.
Para enfrentar la normalización de la violencia, es necesario un cambio cultural profundo que incluya el fomento de una cultura de paz y respeto a los derechos humanos. La educación es una herramienta clave en este proceso. Es fundamental que desde una edad temprana se inculque en los niños y jóvenes una ética de respeto, tolerancia y resolución pacífica de conflictos. Además, el arte, la música, el cine y otros medios de expresión.
La normalización de la violencia en México es un problema multifacético que requiere una acción coordinada en múltiples frentes. La impunidad, la corrupción y la falta de oportunidades para los jóvenes son algunos de los factores que perpetúan este fenómeno, pero también lo es la falta de una respuesta social unificada que rechace la violencia en todas sus vertientes.
El desafío es grande, pero la clave está en no aceptar la violencia como una parte inevitable de la vida. Para revertir este proceso, es necesario un esfuerzo colectivo que involucre tanto al Estado como a la sociedad civil, con un enfoque en la educación, la justicia y el respeto a los derechos humanos. Solo así se podrá comenzar a desnormalizar la violencia y construir una sociedad más justa y pacífica.