MITOMANÍA DE POLÍTICOS MEXICANOS
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Miércoles 16 de agosto de 2023
La obra capital de Juan Ruiz de Alarcón fue “La Verdad Sospechosa”, escrita entre 1618 y 1621. Su texto definitivo apareció en la segunda parte de las comedidas alarconianas, en 1634. Tiene como escenario principal Madrid, donde el mentiroso Don García conoce a Jacinta y a Lucrecia. El personaje principal está enamorado de doña Jacinta y, con el fin de ganársela, inventa toda una red de mentiras que dan sentido a la historia. Al final, Don García reconoce sus errores y recibe un merecido castigo por sus embustes.
A continuación transcribiré algunos pasajes, importantes para nuestro tema de hoy, que tienen estrecha relación con la mitomanía, practicada hoy en día hasta el exceso por algunos políticos, politicastros, politiqueros y politiquillos morelenses y de cualquier parte de la República Mexicana.
En la parte medular de la obra, el letrado contesta: “No decir siempre verdad”. Don Beltrán: “¡Jesús! Qué cosa tan fea en hombre de obligación”. Letrado: “Yo pienso que, o condición, o mala costumbre sea. Con la mucha autoridad que con él tenéis, señor, junto con que ya es mayor su cordura con la edad, ese vicio perderá (….) En Salamanca, señor, son mozos, gastan humor, sigue cada cual su gusto; hacen donaire del vicio, gala de la travesura, grandeza de la locura; hace, al fin, la edad su oficio. Más en la corte, mejor su enmienda esperar podemos, donde tan válidas vemos las escuelas del honor”.
Y de aquí nos vamos al final. Le dice Don Beltrán a Don García: “Y da la mano a Lucrecia, que también es buena moza”. Don García: “La mano doy, pues es fuerza”. Tristán: “Y aquí verás cuán dañosa es la mentira; y ya verá el senado que, en la boca del que mentir acostumbra, es la verdad sospechosa”.
Juan Ruiz de Alarcón expuso en “La Verdad Sospechosa” un modelo de la mitomanía como patología.
La tendencia del mitómano, pues, lleva a desfigurar, engrandecer la realidad de lo que dice, distorsionar la propia idea que tiene de sí mismo, etcétera. Llega realmente a creerse sus historias y establece una gran distancia entre la imagen que su mente supone y la imagen real. Muchos famosos han padecido esta dicotomía.
Existe otra obra que nos ayuda a entender el origen cultural de los mitómanos. Se trata del libro “Profecías y Mitos en la Historia de México”, del historiador inglés David A. Brading (Fondo de Cultura Económica, 2004). Dicho personaje ha sido director del Centro de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Cambridge. La premisa del libro es que en México la historia está mezclada con el mito. Su argumento de fondo es que, desde los mexicas hasta los historiadores contemporáneos de la Revolución, los mexicanos utilizamos la historia como un arsenal de mitos que son argumentos políticos.
El denominador común de esos mitos, dice Brading, es el nacionalismo, “pasión de la que hasta el día de hoy se vale el régimen autoritario (‘la dictadura de la burocracia’) para subordinar otros valores y para mediatizar a los intelectuales”. Su conclusión es un repudio del sistema y de su naturaleza denigrante.
La obra comienza recordándonos que la historia de los mexicas estuvo íntimamente ligada al mito de Anáhuac, cuya águila profética, coronada con la tiara del imperio, decora la portada. La introducción alude luego a la turbación inicial de los mexicas ante el Cortés que vieron como un Quetzalcóatl emergido de sus ritos y al uso hábil que éste hizo de esa confusión.
¿Algún parecido de lo anterior con la conducta de algunos “famosos” morelenses? Así es. Algunos se ubican en el Congreso del estado. Han mentido, mienten y seguirán mintiendo, de lo cual abundan los testimonios en las hemerotecas.