OTRA VEZ LA SOPA: MÁS CONSEJOS, MÁS BUROCRACIA Y CERO VIALIDADES
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Sábado 22 de noviembre de 2025
Hace 53 años, cuando empecé a patear las calles de Cuernavaca como reportero novato, alguien me habló por primera vez de “asentamientos humanos regulares e irregulares”. Sonaba a ciencia ficción. Luego vino el Plano Regulador de Cuernavaca, la Comisión de Conurbación, la SAHOP, la Corett, las reservas territoriales, Capromor… zas, zas y zas. Sexenio tras sexenio, cada nuevo inquilino de Los Pinos (y ahora de Palacio Nacional) llegaba con su varita mágica para “ordenar” la zona metropolitana más caótica del planeta.
Cincuenta y tres años después, el desmadre no solo sigue: creció, se reprodujo y se volvió monstruo. El Bosque de Agua agoniza, el agua escasea, las colinas se talan, las barrancas se rellenan con casas de cuatro pisos y, en hora pico, media Cuernavaca parece estacionamiento de centro comercial un 24 de diciembre.
Ayer por la tarde volví a constatarlo: dos horas para avanzar ocho kilómetros entre Chipitlán y el centro. Miles de autos varados, cláxones, calor, estrés. En 25 años, las únicas obras viales relevantes que recuerdo son el Paso Exprés, el paso a desnivel de Buena Vista y los dos de Palmira y Tejalpa. Y pare de contar. Ni un libramiento decente, ni un segundo piso, ni un periférico que funcione. Nada.
Y justo cuando piensas que ya no cabe más ocurrencia, aparece otra. Ahora el gobierno federal impulsa una “agenda metropolitana local”. Otro organismo, otro secretariado técnico conjunto, otro parlamento metropolitano, otra consulta indígena y otro Programa de Ordenamiento de la Zona Metropolitana del Valle de México (POZMVM). Palabras, muchas palabras.
Porque eso es lo que sabemos hacer muy bien: inventar nombres largos y siglas impronunciables. El problema no es la falta de consejos, comisiones o programas. El problema es la falta de voluntad política para hacer lo que de verdad duele: expropiar reservas territoriales reales, construir infraestructura pesada, enfrentar a los fraccionadores ilegales que tienen de socios a ex gobernadores y líderes de transportistas.
En vez de eso, seguimos maquillando la realidad con títulos de propiedad que se entregan en colonias donde no hay drenaje, luz ni banquetas, mucho menos agua potable. Regularizar asentamientos que nunca debieron autorizarse es como darle acta de nacimiento a un hijo que nació en la cárcel: lo haces ciudadano, pero no lo sacas de ahí.
Los funcionarios que ayer presumieron el nuevo consejo hablaron de “certeza jurídica para miles de familias”. Perfecto. ¿Y las vialidades? ¿Y el transporte público digno? ¿Y el agua que ya no alcanza? ¿Y los millones de árboles que siguen cayendo para levantar otra torre de departamentos de lujo en Lomas de la Selva?
Morelos y la Zona Metropolitana del Valle de México no necesitan más papel, más reuniones en salones con aire acondicionado ni más powerpoints de Sedatu. Necesitan cemento, acero, túneles, trenes suburbanos, libramientos, segundos pisos y, sobre todo, huevos para decirle a los poderes fácticos que ya basta.
Porque mientras sigamos creando consejos y programas con nombres que parecen tesis de doctorado, las ciudades seguirán creciendo como tumores malignos. Y nosotros, los que llevamos décadas viendo la misma película con diferentes actores, seguiremos atrapados en el tráfico, viendo cómo el paraíso que fue Cuernavaca se convierte en un recuerdo.
Algún día, ojalá antes de que cumpla 60 años en esta profesión, alguien llegará con algo más que buenas intenciones y siglas nuevas. Alguien que entienda que ordenar el territorio no es firmar decretos ni tomarse la foto en la tal o cual sesión ordinaria. Es construir calles, mover tierra, pelearse con quien tenga que pelearse.
Mientras tanto, aquí estaremos: varados en la hora pico, viendo pasar los sexenios, los consejos y los programas que nunca cambian nada. Y soñando, ingenuamente, con que algún día podamos llegar a casa sin necesitar dos horas y media para recorrer diez kilómetros.
Porque 53 años son muchos para seguir creyendo en la misma promesa reciclada.Y porque, francamente, ya nos merecemos algo más que otro consejo metropolitano.Ya nos merecemos calles.
