PARTIDOS POLÍTICOS: ¿QUIÉN COMENZÓ LA BROMA?
ANÁLISIS
Por Guillermo Cinta Flores
Jueves 6 de junio de 2024
Las elecciones desarrolladas en México el domingo 2 de junio de la presente anualidad paulatinamente pasarán a formar parte de la historia nacional, tal como sucedió con muchos procesos electorales anteriores. Hemos visto cualquier cantidad de esas etapas históricas. Empero, hoy abundan quienes carecen de referencias al respecto. Neta. Ni quien se acuerde.
Conforme lo establece la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, la normatividad electoral deberá cumplirse a cabalidad, con el objetivo de conseguir la mayor legitimidad sobre quienes resultaron triunfadores al competir por los cargos de elección popular disputados en dicha jornada dominical.
Estaremos atentos a las impugnaciones interpuestas por ciertos candidatos perdedores ante el Instituto Morelense de Procesos Electorales (Impepac), respecto a los cargos a nivel local, y en el Instituto Nacional Electoral (INE) tratándose de puestos a nivel federal. En caso de ser admitidos esos recursos, tales instancias emitirán un dictamen, pero en caso de que persista la inconformidad de los quejosos, podrán recurrir a los tribunales electorales del Poder Judicial de la Federación y del Poder Judicial de Morelos. Entre el inicio de los juicios hasta su culminación podríamos ver transcurridas varias semanas, teniendo como límite la segunda quincena de agosto (para el caso federal será el 23 de ese mes).
En este alud de hechos jurídicos definitivamente seremos testigos de la pérdida del registro de por lo menos cinco partidos ante el Impepac. Me refiero a los partidos Movimiento Alternativa Social (MAS), Nueva Alianza (PNA), Morelos Progresa (PMP), Redes Sociales Progresistas (RSP) y Encuentro Social (PES), ya que en el pasado proceso electoral no alcanzaron el 3 por ciento exigido por la normatividad para mantener su registro. En caso de suceder así perderán las prerrogativas públicas a que tienen derecho. Y falta todavía por ver si otros institutos políticos pudiesen correr con la misma suerte.
Es aquí donde comenzaremos a analizar si los partidos realmente sirven para algo y/o cumplen el mandato constitucional de fungir como instituciones de interés público.
Como todo tiene precedentes, estos partidos y otros aparecieron gracias a reformas a la Ley General de Partidos Políticos, vigente a nivel nacional y promulgada en el Diario Oficial de la Federación el 23 de mayo de 2014 durante el gobierno de Enrique Peña Nieto. El citado ordenamiento partió de la reforma electoral de aquel año.
El inciso C del numeral 2 del artículo 10 de dicha Ley General de Partidos Políticos estableció la pésima broma de endilgarnos a los contribuyentes el peso de aparatos realmente innecesarios y costosos. En dicho inciso se redujo a solo 0.26 por ciento del Padrón Electoral de la elección inmediata anterior (es decir, ni siquiera el Padrón vigente), el número de militantes requerido para los partidos de nueva creación. Este porcentaje es inferior que el exigido de apoyos a candidatos independientes, que oscila entre 2 y 3 por ciento de la demarcación correspondiente. El mentado artículo 10 de la Ley General de Partidos Políticos indica que “las organizaciones de ciudadanos que pretendan constituirse en partido político nacional o local deberán obtener su registro ante el Instituto o ante el Organismo Público Local, que corresponda”.
Y el numeral 2, inciso C, señala que “tratándose de partidos políticos locales, contar con militantes en cuando menos dos terceras partes de los municipios de la entidad o de las demarcaciones territoriales del Distrito Federal; los cuales deberán contar con credencial para votar en dichos municipios o demarcaciones; bajo ninguna circunstancia, el número total de sus militantes en la entidad podrá ser inferior al 0.26 por ciento del padrón electoral que haya sido utilizado en la elección local ordinaria inmediata anterior a la presentación de la solicitud de que se trate”.
Hoy, por lo menos cuatro de los 12 partidos políticos registrados ante el Impepac corren el riesgo de perder su adscripción. Y ahora que eso está a punto de ocurrir debe cuestionarse si en el siguiente proceso electoral se repetirá la broma. Obvio, cualquier reforma para evitarlo deberá ingresar al Congreso de la Unión, con sustanciales modificaciones constitucionales. Ojalá y la siguiente reforma electoral abarque un análisis profundo de las laxas condiciones establecidas a cualquier cantidad de agrupaciones políticas cuyo objetivo es constituirse como partidos, solo para convertirse en lucrativos negocios. Desde luego, varias de esas franquicias conservarán su registro, tras haber sido rémoras de Morena o del PAN el 2 de junio.
SIMONE WEIL Y LOS PARTIDOS
Aquí deseo referirme a Simone Weil, brillante filósofa, activista política y mística francesa nacida en París el 3 de febrero de 1909 y fallecida a la temprana edad de 34 años el 24 de agosto de 1943 a causa de la tuberculosis. Dejó gran cantidad de libros y ensayos, pero hoy solo quiero referirme a una de sus últimas obras, titulada precisamente “Notas sobre la supresión general de los partidos”, publicada en el año de su fallecimiento. Weil es durísima contra los partidos políticos, demostrando su ineficacia como instituciones de interés público. Leemos lo siguiente:
“El hecho de que existan (los partidos) no es motivo suficiente para conservarlos. Solo el bien es un motivo legítimo de conservación. El mal de los partidos políticos salta a la vista. El problema que hay que examinar es si hay en ellos un bien mayor que el mal, que haga que su existencia sea deseable. Pero sería más adecuado preguntarse: ¿Hay en ellos una parcela, aunque sea infinitesimal, de bien? ¿No son acaso mal en estado puro o casi?”.
“Para valorar a los partidos políticos según el criterio de la verdad, de la justicia, del bien público, conviene comenzar discerniendo sus características esenciales. Se pueden enumerar tres: Un partido político es una máquina de fabricar pasión colectiva; un partido político es una organización construida de tal modo que ejerce una presión colectiva sobre el pensamiento de cada uno de los seres humanos que son sus miembros; la primera finalidad y, en última instancia, la única finalidad de todo partido político es su propio crecimiento, y eso sin límite”.
“Debido a este triple carácter, todo partido político es totalitario en germen y en aspiración. Si de hecho no lo es, es solo porque los que lo rodean no lo son menos que él (…) Estas tres características son verdades de hecho, evidentes para cualquiera que se haya aproximado a la vida de los partidos”.
Chequen ustedes lo siguiente y verán reflejada la realidad de varios de los partidos que conservarán su registro, principiando por Morena:
“Se ejerce la presión colectiva sobre el gran público mediante la propaganda. La finalidad confesada de la propaganda es persuadir y no comunicar luz (…) Hitler vio perfectamente que la propaganda es siempre un intento de someter a los espíritus. Todos los partidos hacen propaganda. El que no la hiciera desaparecería por el hecho de que los demás sí la hacen. Todos confiesan que hacen propaganda. Nadie es tan audaz en la mentira como para afirmar que se propone la educación del público, que forma el juicio del pueblo”.
Hasta aquí la remembranza de Simone Weil. Así las cosas, en el fondo me quedo con su idea de lograr la aniquilación de los partidos. La mayoría ya no representan los intereses de la gente, sino la de sus propias oligarquías. Porque eso son (incluyendo a Morena): oligarquías, entendiendo el sustantivo como un grupo reducido de personas que tienen poder e influencia en un determinado sector social, económico y político. Y ahí vienen de nuevo.