PERO QUÉ NECESIDAD: LA SOMBRA DE ‘LA BARREDORA’ SOBRE ADÁN AUGUSTO Y LA 4T
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Jueves 18 de septiembre de 2025
En el espíritu de Juan Gabriel, ese lamento chihuahuense que cuestiona lo innecesario con un “pero qué necesidad”, surge una reflexión inevitable sobre el caso de Hernán Bermúdez Requena, el exsecretario de Seguridad de Tabasco bajo el mando de Adán Augusto López Hernández, quien ahora enfrenta cargos por liderar “La Barredora”, un grupo criminal ligado al Cártel Jalisco Nueva Generación, dedicado a extorsiones, secuestros y narcotráfico.
¿Qué necesidad tenía Adán Augusto de elevar a un hombre con antecedentes turbios en la estructura de seguridad estatal, permitiendo que un supuesto protector de la ley se convirtiera en su verdugo? Documentos del Ejército mexicano, revelados desde 2019, ya señalaban a Bermúdez como “Comandante H”, un operador clave en redes delictivas, y su ascenso durante el gobierno de López Hernández (2019-2021) coincidió con el auge de la violencia en Tabasco, donde “La Barredora” se consolidó como un brazo armado del CJNG. Esta elección no solo expuso fallas en la vetación de funcionarios, sino que sembró dudas sobre la permeabilidad del poder morenista a influencias criminales, recordándonos que la lealtad ciega puede ser un lujo fatal en la política.
La detención de Bermúdez en Paraguay el pasado 12 de septiembre de 2025, tras meses prófugo y con ficha roja de Interpol, no solo cierra un capítulo sangriento —con renuncias forzadas en enero de 2024 y acusaciones del actual gobernador Javier May—, sino que interpela directamente a Adán Augusto, hoy senador y coordinador de Morena en el Senado. Él se ha ofrecido a declarar, insistiendo en que no tenía “indicios ni sospechas” de los nexos de su excolaborador, y atribuyendo las críticas a “politiquería” opositora. Sin embargo, informes confidenciales del Ejército vinculan no solo a Bermúdez, sino a otros altos mandos de seguridad tabasqueños con el crimen organizado durante su administración, incluyendo al fiscal Jaime Humberto Lastra Bastar. ¿Qué necesidad de mantener en el poder a un aliado tan comprometido, cuando la inteligencia federal ya lo tenía en la mira?
Esta red de complicidades aparentes erosiona la credibilidad de la Cuarta Transformación, que prometía combatir la corrupción sin miramientos, y pone en jaque la solidez de Morena ante un escándalo que trasciende lo local. Aquí entra la figura de la presidenta Claudia Sheinbaum, quien, en un delicado equilibrio, ha reiterado que “no vamos a proteger ni cubrir a nadie” y que las investigaciones deben basarse en pruebas, no en linchamientos mediáticos. Ha instado a Adán Augusto a dar su versión y ha ratificado su liderazgo en el Senado, argumentando que durante su gubernatura los homicidios bajaron significativamente, separando así el mérito pasado de las sombras presentes.
No obstante, ¿qué necesidad tiene Sheinbaum de blindar implícitamente a un peso pesado de Morena como López Hernández, cuando el caso Bermúdez —con su expulsión de Paraguay— amenaza con salpicar al partido gobernante? En un México donde la impunidad ha sido el talón de Aquiles, esta protección selectiva podría interpretarse como pragmatismo político para evitar fracturas internas, pero a costa de diluir el mensaje de “caiga quien caiga”.
Al final, como diría el Divo de Juárez, lo innecesario siempre termina pesando más que lo esencial, y la verdadera transformación exige cortar lazos tóxicos sin demora.