PLANTAS TRATADORAS: LA FARSA QUE MORELOS NO PUEDE LAVAR
ANÁLISIS
Por Guillermo Cinta Flores
Martes 18 de marzo de 2025
La Ley Nacional de Aguas lo tiene claro: las aguas residuales —esa mezcla asquerosa de desechos municipales, industriales, agrícolas y domésticos— deben tratarse. Pero en Morelos, esa ley es papel mojado. Hace más de diez años, la Conagua ya contaba 56 descargas directas y 88 indirectas de aguas negras municipales que iban directo al Río Apatlaco y sus afluentes (sin contar otros tantos más). Ese fue el lodazal que Marco Antonio Adame recibió en 2006, cuando prometió rescatarlo con un proyecto de mil 500 millones de pesos. ¿Qué quedó? Colectores que nunca llegaron y plantas tratadoras que parecen monumentos al despilfarro.
En 2008, Adame se fue a la Expo Zaragoza en España a vender el “rescate del Apatlaco” como si fuera una obra maestra. Juan Camilo Mouriño, entonces secretario de Gobernación federal, vino a darle palmaditas en Casa Morelos, y se habló de “330 obras” y un “Plan Maestro” del IMTA. Puro espejismo. Para 2013, Jorge Morales Barud, entonces alcalde de Cuernavaca, admitía que el río seguía siendo una cloaca inmunda, y Juan Carlos Valencia Vargas, de la Ceagua, sugería que el estado tomara las plantas porque los municipios, con sus bolsillos rotos, no podían ni encenderlas. El 30% de aguas tratadas era un mito; la inversión federal, un chiste caro.
Graco Ramírez llegó en 2013 con una nueva visión. En Jiutepec, en la planta “La Gachupina”, ofreció rehabilitar 16 instalaciones en diez municipios bajo el lema “Morelos Verde y Sustentable”. La meta era que 38 plantas funcionaran y trataran el 61% de las aguas negras. Sin embargo, la mayoría no tenía ni colectores para recibir el agua. El Apatlaco siguió pudriéndose, y municipios como Jiutepec, Xochitepec y Emiliano Zapata se quedaron viendo cómo la contaminación les ganaba la partida.
Hoy, 18 de marzo de 2025, Día Internacional del Agua —¡vaya paradoja!—, la Ceagua revela el tamaño del desastre: de 132 plantas tratadoras en Morelos, solo 57 operan, y varias a medio gas, al 50% de su capacidad. El resto son cascarones inútiles, testigos mudos de décadas de negligencia. La promesa ahora es rehabilitarlas para salvar al Apatlaco y otros cuerpos de agua que ya apestan a abandono. Pero no nos engañemos: esto no es un plan nuevo, es el eco de un disco rayado que llevamos oyendo 20 años.
El problema tiene colmillos: las plantas no funcionan porque el sistema está podrido. Los ayuntamientos, eternamente en bancarrota, no las mantienen; el estado, con recursos exiguos, no las opera; y el gobierno federal tira dinero sin exigir resultados. Mientras, el Apatlaco se asfixia, los campesinos riegan con veneno y el turismo huye del tufo. Hablar de “estrategias” suena bonito, pero sin colectores, sin plata de verdad y sin una voluntad que no sea puro teatro, esto es lo de siempre: una farsa que nos ahoga en promesas y aguas negras. Morelos no necesita más cuentos; necesita que alguien deje de jugar al héroe y ponga manos a la obra. Hoy toca el turno a Javier Bolaños, a quien se le concede el beneficio de la duda.