PLURINOMINALES: MITOS Y REALIDADES
OPINIÓN
Por Jorge Messeguer Guillén
Lunes 19 de febrero de 2024
Desde la tribuna del Congreso estatal solté una frase que a la fecha algunos de los trabajadores que llevan más años trabajando ahí todavía se acuerdan, la frase decía algo así: “no se confundan con el tamaño del grupo parlamentario del PRD, somos mucho más que tres…”
Era el primero de septiembre del 2000, iniciaba la XLVIII Legislatura compuesta con el 50% de diputados del PAN, 40% del PRI y tan solo 10% del PRD, es decir, éramos tres diputados perredistas.
Los resultados de la votación mostraban otros porcentajes. La votación para diputados locales le daba al PRD el 20% de los votos, a pesar de no haber ganado ningún distrito de mayoría teníamos uno de cada cinco votos emitidos, sin embrago la representación era de solo el 10%, estábamos subrepresentados.
Ese 20% de votos de gente que lo hizo por la plataforma del PRD se merecía estar representada en el Congreso, por eso nosotros afirmábamos con razón que éramos diputados tan legítimos como los que habían ganado la elección en un determinado distrito; nosotros representábamos a ese 20% de morelenses identificados con el partido.
Es falso entonces decir que, los diputados de representación proporcional, mejor conocidos como plurinominales, no son votados por la ciudadanía: lo son como los de mayoría.
Se ha construido una falsa narrativa en contra de los diputados plurinominales, porque dicen que es mucho gasto, y el presidente pretende desaparecerlos de un plumazo y con esto generar un ahorro al erario, de entrada suena bien pero el fondo es otro: vamos por partes.
Cuando solo existían los diputados de mayoría, como hace medio siglo, el partido hegemónico en el poder se llevaba prácticamente todas las curules, generando una mayoría que servía de todo menos de contrapeso frente al ejecutivo por ser del mismo color partidista.
La cámara de diputados era una oficialía de partes.
Está claro que el Poder Legislativo debe representar la composición plural de la sociedad y como poder autónomo, debe de ser un contrapeso político del ejecutivo.
¿Cómo garantizar la pluralidad en el Congreso si las minorías teniendo votos a su favor no alcanzan a ganar los distritos electorales? La respuesta se llama diputados plurinominales, por eso se crearon.
Ahora bien, si es cierto que 500 diputados pudieran ser demasiados y que se pretenda reducir el tamaño del Congreso a 300, no se trata solo de quitar a los 200 pluris, es algo más complicado si queremos que el Congreso cumpla con sus obligaciones y sea un poder autónomo del ejecutivo.
Hay que plantear un sistema distinto de representación de tal manera que el porcentaje de la votación que obtengan los partidos en las urnas, corresponda exactamente con el número de curules en el Congreso, es decir, avanzar en un sistema semiparlamentario ya sea por circunscripción o por estado de la república.
De esta manera tendríamos una Cámara de Diputados más pequeña, y en teoría más económica, que representaría exactamente la composición plural de la sociedad mexicana, ni sobre ni subrepresentación.
Desaparecer de un plumazo a los plurinominales y dejar solo a los de mayoría, nos remitiría directamente a los años sesentas del siglo pasado cuando el partido hegemónico hacía y deshacía sin ningún contrapeso, es decir, borraría al poder legislativo convirtiéndolo en lo que era en los tiempos de gloria del PRI-gobierno, una extensión del ejecutivo.
Parece que exactamente eso es lo que busca el presidente, someter nuevamente a los poderes legislativo y judicial al ejecutivo, en los hechos acabando con la división de poderes.
La desaparición de los contrapesos nos llevaría a un sistema hiperpresidencialista como el que añoran en Palacio Nacional.
A esto se le conoce como plan C o la destrucción de nuestra democracia. La vacuna contra esto está en el voto el 2 de junio.
¡A votar!