POLÍTICOS, MITOMANÍA Y DEMAGOGIA
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Miércoles 17 de enero de 2024
La obra capital de Juan Ruiz de Alarcón fue “La Verdad Sospechosa”, escrita entre 1618 y 1621 antes de la muerte del rey Felipe III. Su texto definitivo apareció en la segunda parte de las comedidas alarconianas, en 1634.
Tiene como escenario principal Madrid, donde el mentiroso Don García conoce a Jacinta y a Lucrecia. El personaje principal está enamorado de doña Jacinta y, a fin de ganársela, inventa toda una red de mentiras que dan sentido a la historia. Al final, Don García reconoce sus errores y recibe un merecido castigo por sus embustes.
Juan Ruiz de Alarcón (Taxco, México, 1580 o 1581- Madrid, 4 de agosto de 1639) expuso en “La Verdad Sospechosa” un modelo de la mitomanía como patología. La tendencia del mitómano lleva a desfigurar, engrandecer la realidad de lo que dice, distorsionar la propia idea que tiene de sí mismo, etcétera. Llega realmente a creerse sus historias y establecer una gran distancia entre la imagen que su mente supone y la imagen real. Muchos famosos han padecido esta dicotomía.
Existe otra obra que nos ayuda a entender aún más el origen cultural de los mitómanos. Se trata del libro “Profecías y Mitos en la Historia de México”, del historiador inglés David A. Brading (Fondo de Cultura Económica, 2004). Dicho personaje, entre otras cosas, ha sido director del Centro de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Cambridge.
La premisa del libro es que en México la historia está mezclada con el mito. Su argumento de fondo es que, desde los mexicas hasta los historiadores contemporáneos de la Revolución, los mexicanos utilizamos la historia como un arsenal de mitos que son argumentos políticos. El denominador común de esos mitos, dice Brading, es el nacionalismo, “pasión de la que hasta el día de hoy se vale el régimen autoritario (‘la dictadura de la burocracia’) para subordinar otros valores y para mediatizar a los intelectuales”. Su conclusión es un repudio del sistema y de su naturaleza denigrante.
La obra comienza recordándonos que la historia de los mexicas estuvo íntimamente ligada al mito de Anáhuac, cuya águila profética, coronada con la tiara del imperio, decora la portada. La introducción alude luego a la turbación inicial de los mexicas ante el Cortés que vieron como un Quetzalcóatl emergido de sus ritos y al uso hábil que éste hizo de esa confusión.
¿Algún parecido de lo anterior con la conducta de algunos “famosos” de la actualidad? Sigamos.
Giampaolo Zucchini, autor del artículo “Demagogia” del Diccionario de política (Siglo XXI, México, 1981), dirigido por Norberto Bobbio y Nicola Matteucci, nos ofrece una muy amplia definición de esta lacra que no sólo es política, sino también social y económica, porque afecta la vida normal de una nación y su buen gobierno. Desde mi particular punto de vista, el mitómano en la política es equiparable al demagogo, de quien Zucchini escribe:
“La demagogia no es propiamente una forma de gobierno y no constituye un régimen político, sino que es una práctica política que se apoya en el sostén de las masas favoreciendo y estimulando sus aspiraciones más irracionales y los sentimientos decadentes y elementales y las desviaciones de la real y consciente participación activa de la vida política. Esto se produce mediante fáciles e ilusorias promesas (mentiras), imposibles de mantenerse, que tienden a indicar cómo los intereses corporativos de la masa popular, o de la parte más fuerte y preponderante de ella, coinciden, en realidad más allá de toda real lógica de buen gobierno, con los de la comunidad nacional tomada en su conjunto”.
Como lo dije líneas antes: ahí vienen de nuevo.