POPULISMO EN LOS TIEMPOS DE LA 4T
ANÁLISIS
Por Jorge Messeguer Guillén
Lunes 09 de septiembre de 2024
La cuarta transformación de la vida pública de México, mejor conocida como 4T, no es otra cosa que la implantación del populismo más ramplón, algunos autores le llaman nacionalpopulismo.
El populismo se expresa todos los días a través del presidente en su mañanera; él sabe, entiende y maneja con mucha destreza una narrativa populista en la cual él representa al pueblo de México, al bueno por supuesto, que se manifiesta en su persona, como cuando después de tomar protesta del cargo en el zócalo capitalino, declaró que el ya no se pertenece, que a partir de ese momento era del pueblo de México.
La realidad es que oficialismo obtuvo el 54% de los votos, que la participación fue del 60% de la lista nominal de los ciudadanos que votaron el 2 de junio, esto en términos reales equivale a que únicamente el 32% de los mexicanos y mexicanas, es decir, una tercera parte, nada más, de la población apoya abiertamente a la 4T.
El hecho que tengan mayoría calificada y que la hagan valer como lo hicieron aprobando en la cámara de diputados la reforma judicial no corresponde con la realidad de los votos depositados en las urnas.
Y menos aún decir que es un mandato mayoritario del pueblo, del bueno por supuesto, esto es otra mentira. La inmensa mayoría que votó por esa coalición pudiera estar de acuerdo en que se necesita una reforma al Poder Judicial, pero no la reforma demoledora y destructiva que propuso el presidente el 5 de febrero. Una reforma que acaba con la carrera judicial sustituyéndola por tómbolas para proponer a quienes serán jueces, magistrados y ministros para ser votados por el pueblo, el bueno por supuesto, en urnas; pone en riesgo las relaciones comerciales con Estados Unidos y Canadá, coloca por delante la lealtad al partido y al gobierno que a la capacidad y a la preparación de los integrantes del Poder Judicial; quiere hace de jueces militantes y siervos de Morena.
Sin embargo, en el senado les falta un voto para tener mayoría calificada. La oposición tiene 43 escaños y el oficialismo 85. Para que una reforma constitucional pueda ser aprobada se requieren al menos 86 votos del total del Senado o bien dos terceras partes de los senadores presentes; 43 es el número cabalístico que marcará a este sexenio que está por concluir. Los senadores de oposición han cerrado filas públicamente, y de mantenerse así, la reforma judicial no alcanzará a ver la luz, para bien de México.
En este escenario, si lo que realmente se persigue es mejorar el sistema de justicia, sería deseable, aunque lo veo muy difícil que lo haga, que la presidenta electa llamara a un gran debate nacional para construir entre todos la mejor reforma judicial que ayude a mejorar la calidad del sistema de justicia, disminuyendo la corrupción y haciendo efectiva la justicia pronta y expedita. Un gran debate con especialistas, trabajadores, jueces, magistrados, universidades, con todos y todas.
Sería una gran oportunidad para iniciar una reconciliación nacional después de un sexenio de polarización y encono entre los mexicanos.
Si lo que se pretende es instaurar un régimen populista, autocrático, con ese tufo dictatorial que tanto le gusta al presidente como en Cuba o Venezuela, la no aprobación de la reforma sería un duro golpe para el mandatario, la gran derrota; algunos que lo conocen afirman que en los estertores de su mandato veríamos lo peor del presidente. Todo puede ser.
EL populismo destruye la democracia en nombre del pueblo, del bueno por supuesto, y de la propia democracia, destruye desde adentro, primero acabando con las instituciones que juegan un papel de contrapeso, militarizando al país y controlando el poder de manera centralizada, tal y como ha estado ocurriendo en este gobierno y parece que quieren continuar con lo mismo a partir del 1 de octubre.
El futuro de México, su democracia y sus libertades dependen del voto de los 43 senadores de oposición.
Veremos.