PROPAGANDA POLÍTICA: DEL PAPA GREGORIO XV A LAS MAÑANERAS DE LA 4T
OPINIÓN
Por Guillermo Cinta Flores
Lunes 29 de septiembre de 2025
La propaganda es un método de comunicación diseñado para difundir información con el propósito explícito de influir en el público, orientándolo hacia una acción específica, ya sea adoptar una ideología, apoyar un servicio o consumir un producto. A diferencia de la publicidad, que se centra principalmente en la promoción comercial y la venta directa, la propaganda prioriza el logro de fines ideológicos o políticos, sin necesidad de vincularse a transacciones económicas. En esencia, mientras la publicidad busca convencer mediante argumentos racionales y beneficios tangibles, la propaganda apela a las emociones y construye narrativas que moldean percepciones colectivas, a menudo de manera manipuladora.
Entre las características más destacadas de la propaganda se encuentran su naturaleza subjetiva y parcializada, que ignora matices para enfatizar un mensaje unidireccional. Emplea recursos visuales y textuales impactantes, como colores vibrantes, tipografías exageradas y consignas emotivas, para captar la atención masiva y generar respuestas instintivas. Estos elementos no solo atraen, sino que buscan anclar ideas en la mente del receptor, fomentando lealtad o rechazo visceral hacia causas específicas, lo que la distingue como una herramienta de persuasión masiva más que de información equilibrada.
La propaganda mantiene una relación intrínseca con la política, donde se utiliza para alinear a los ciudadanos con partidos, ideologías o regímenes. Históricamente, ha sido clave en sistemas totalitarios como el comunista, nazi o incluso en campañas democráticas estadounidenses para reclutamiento militar. En la era contemporánea, sigue siendo esencial en elecciones, mediante planes de comunicación que integran discursos, gestos de candidatos y perfiles familiares para emocionar y movilizar votantes. Esta vinculación persiste en contextos globales, adaptándose a medios digitales para amplificar su alcance.
En México, un ejemplo paradigmático de esta dinámica se observa en las conferencias matutinas de la presidenta Claudia Sheinbaum, heredera de la Cuarta Transformación (4T), que continúan el estilo confrontacional iniciado por Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Estas “mañaneras” sirven como plataforma para desacreditar opositores y medios críticos, etiquetando sus reportajes como “propaganda política” mientras se defiende la hegemonía de Morena. Recientemente, en septiembre de 2025, Sheinbaum acusó a publicaciones como Reforma y LatinUS de orquestar una “campaña de calumnias” contra la 4T al revelar amparos legales concedidos a los hijos de AMLO, Andrés Manuel López Beltrán y Gonzalo López Beltrán, en medio de investigaciones por presuntos privilegios fiscales. Este episodio ilustra cómo el gobierno utiliza recursos estatales para contraatacar, fomentando un voto emocional entre beneficiarios de programas sociales y movilizando bases para mantener el control legislativo ante elecciones intermedias en 2027, perpetuando una narrativa de victimización que divide a la sociedad.
Los orígenes de la propaganda se remontan al latín “propaganda”, que significa “cosas a propagar”, acuñado en 1622 por el papa Gregorio XV al fundar la Congregatio de Propaganda Fide para expandir el cristianismo mediante misioneros en territorios no cristianos. En la era moderna, cobró fuerza tras la Revolución Francesa y bajo Napoleón, evolucionando en el colonialismo del siglo XIX. Sin embargo, su apogeo ocurrió en los regímenes totalitarios del XX, donde se sistematizó con medios masivos: desde la “Solución Final” de Hitler hasta el “Gran Salto Adelante” de Mao. Precisamente, el nazismo definió su esencia en la repetición obsesiva de pocas ideas simples, dirigida a masas supuestamente de escasa memoria, un principio que aún impregna estrategias propagandísticas actuales, adaptadas ahora a redes sociales y algoritmos para una persuasión globalizada.