¿QUIÉN PARA CUERNAVACA?
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Viernes 17 de mayo de 2024
Muchas veces he recordado al insigne antropólogo Samuel Ramos (1897-1959) para explicar el factor cultural predominante en el estilo político mexicano: la naturaleza de la confianza entre la sociedad. Numerosos investigadores del sistema social han comentado respecto a esta característica y su importancia en la actividad política sugiriendo, tal como lo hizo Ramos en su libro “Perfil del hombre y la cultura en México” (1962, Espasa Calpe), que “el aspecto más notorio del carácter mexicano es, a primera vista, la desconfianza”.
Escribió Samuel Ramos:
“Esta actitud subyace en todos los contactos con hombres y cosas. Está presente haya o no motivo para la misma. Es más bien un asunto de desconfianza irracional que surge de lo profundo de su ser. El mexicano no desconfía de cualquier hombre o mujer en particular; desconfía de todos los hombres y de todas las mujeres”.
Este fenómeno surge con demasiada frecuencia cuando los gobernantes en turno deben nombrar a sus colaboradores. Y hoy, cuando se acerca la madre de todas las elecciones y posteriormente la integración de los 34 ayuntamientos constitucionales de Morelos, cuya toma de posesión habrá de realizarse el primero de enero de 2025, es importante analizar si los futuros presidentes municipales tendrán el suficiente conocimiento sobre quién es quién en sus localidades, capacidad de inclusión y criterio para tomar decisiones. Habremos de ver las decisiones que al respecto vayan a tomar los ediles ansiosos por lograr su reelección. Tal es el caso de José Luis Urióstegui, alcalde de Cuernavaca, quien desde el primer minuto tras tomar posesión el 1 de enero de 2021, traicionó a propios y extraños. Asumió actitudes despóticas, de dictadorzuelo, y sin el menor recato le volteó la espalda hasta a sus más cercanos aliados y cómplices. Debe más de una factura.
A lo largo de muchos años he visto desfilar a una pléyade de gobernadores y presidentes municipales que, infortunadamente para el pueblo morelense, hicieron su advenimiento en el Poder Ejecutivo o en los cabildos demostrando la mayor debilidad de los mandatarios mexicanos, que repercutió en su capacidad de gobernar: la imposibilidad de conocer personalmente a un número suficiente de individuos para ocupar las posiciones relevantes del gobierno. Conocer a personas que sean candidatos potenciales para esas posiciones es de mucho valor en un sistema político (como el mexicano) en que el reclutamiento es limitado.
La mayoría de gobernadores y alcaldes que ha tenido Morelos sucumbieron ante el personalismo, la desconfianza y la falta de criterio para designar a los miembros de sus gabinetes legales y ampliados, así como a un número indeterminado de mandos medios.
A continuación, daré los nombres de algunos presidentes municipales de Cuernavaca, a quienes se sumó Urióstegui en enero de 2022: Felipe Rivera Crespo, Ramón Hernández Navarro, David Jiménez González, Porfirio Flores Ayala, José Castillo Pombo, Sergio Figueroa, Julio Mitre Goraieb, Luis Flores Ruiz, Alfonso Sandoval Camuñas, Sergio Estrada Cajigal, José Raúl Hernández Avila, Adrián Rivera, Jesús Giles, Manuel Martínez Garrigós, Jorge Morales Barud y Cuauhtémoc Blanco. Casi todos carecieron de buenas relaciones con los gobernadores en turno. Urióstegui no ha sido la excepción, pues está completamente aislado y no le importa tener buenos o malos referentes con el gobierno estatal.
Me parece que cualquiera de las candidatas, pero no Urióstegui, lograría reconstruir la deteriorada vinculación institucional con el Poder Ejecutivo morelense. Por ahora, Lucy Meza confía en el actual alcalde con licencia, pero si él y ella ganan el 2 de junio, más pronto de lo que la cuautlense imagina será traicionada por Urióstegui, quien hará lo mismo con Margarita González Saravia, o con Jessica Ortega. ¿Por qué? Porque el multicitado personaje trae la perversidad en sus adentros. Dícese que padece el trastorno de la personalidad antisocial (sociopatía). Entre otros factores, no siente arrepentimiento, ni posee empatía. Es mala entraña, pues.