RECORDANDO LOS TOQUES DE QUEDA… Y ROGANDO QUE NUNCA VUELVAN
OPINIÓN
Por Guillermo Cinta Flores
Jueves 20 de noviembre de 2025
Hace seis años escribí una columna recordando los dos “toques de queda” de 2010 que paralizaron Morelos y que, aunque nunca ocurrió absolutamente nada, dejaron una cicatriz profunda en la psicología colectiva de los morelenses.
Aquellos mensajes anónimos, difundidos con saña por redes sociales, lograron lo que ni las balaceras de entonces conseguían: vaciar las calles, cerrar comercios a las seis de la tarde y convertir Cuernavaca en un pueblo fantasma por puro miedo.
El daño económico fue brutal y medible; el daño de imagen fue mucho peor y, me temo, irreversible en buena parte. Porque cuando un destino turístico se asocia nacionalmente con la frase “toque de queda”, aunque sea falso, la mancha queda para siempre. Y Morelos nunca se lavó del todo esa mancha.
En 2019, cuando volvieron a circular casi los mismos mensajes apocalípticos por WhatsApp en la zona sur y poniente, escribí que ya habíamos visto esa película y que seguramente había mano política detrás. Y efectivamente: nada pasó. Pero el miedo sí pasó, y se quedó.
Seis años después, en noviembre de 2025, puedo decir con alivio que no hemos vuelto a vivir un “toque de queda” masivo como aquellos. No ha sido necesario: la recurrente violencia real se encargó de mantenernos en alerta permanente.
Durante el sexenio de Cuauhtémoc Blanco la inseguridad nunca bajó de niveles alarmantes. Hubo momentos peores que en la época de Marco Adame, y eso ya es decir mucho. Las ejecuciones en las calles de Cuautla, los cuerpos tirados en colonias de Jiutepec, las extorsiones a transportistas y comerciantes se volvieron rutina.
Y aunque las estadísticas oficiales indican una baja del 36 por ciento en homicidios dolosos en el primer semestre de 2025, la percepción social de inseguridad e indefensión no desciende. Morelos sigue siendo, según el Índice de Paz México 2025, uno de los estados donde más miedo siente su población.
Según el INEGI, nueve de cada diez morelenses se sienten inseguros en su propia tierra. Desgraciadamente, hay vaivenes en delitos de alto impacto, como la extorsión cotidiana, secuestros exprés, feminicidios, robo a transporte y a plena luz del día y una policía estatal y municipales con recursos y elementos limitados, si es que en ciertos municipios no están coludidas.
El daño de imagen que provocaron aquellos falsos toques de queda de 2010 se multiplicó con la violencia real de los últimos quince años. Y hoy las autoridades de Morelos trabajan contracorriente.
Nadie puede negar el trabajo desplegado por la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, a cargo de Miguel Urrutia Lozano, sobre la cual, sin la simulación de la Guardia Nacional (su presencia dizque en materia de seguridad siempre ha dejado mucho a desear), recen todas las operaciones de prevención y disuasión de los delitos, a pesar del alto déficit de elementos. Fuera máscaras: la Guardia Nacional y la esporádica presencia del Ejército en acciones de seguridad pública, ya no son de segundo y tercer escalón, sino de octavo y noveno. La neta.
La marca “Morelos”, me parece, quedó asociada a inseguridad, y aunque la SSPC ha logrado muchísimas detenciones importantes, la percepción ciudadana no cambia de la noche a la mañana. Ni en un año.
Los morelenses ya no necesitamos falsos mensajes de WhatsApp para cerrar nuestros negocios temprano o evitar salir de noche. Lo hacemos por costumbre, por experiencia, porque sabemos que el riesgo es real.
Y eso, queridos lectores, es lo más triste de todo: aquellos toques de queda falsos de 2010 lograron su objetivo macabro: instalaron el miedo para siempre, y la delincuencia real se encargó de abonarle todos los días desde entonces. Ojalá que nunca, nunca más, volvamos a vivir algo así. Ni falso ni verdadero. Que los morelenses podamos volver a sentirnos orgullosos y seguros en nuestra propia casa. Que el miedo se vaya de una buena vez. Porque ya nos lo merecemos.
