RÍO ESCONDIDO: UN ESPEJO DE 1947 QUE AÚN REFLEJA MÉXICO
OPINIÓN
Por Guillermo Cinta Flores
Sábado 12 de abril de 2025
Este viernes, al ver la película Río Escondido (1947), dirigida por Emilio “El Indio” Fernández, quedé profundamente impactado. La película, protagonizada por María Félix como la maestra Rosaura Salazar, no solo me cautivó por su intensidad dramática, sino por su audaz crítica a la clase política de la época. Me sorprendió cómo, hace casi ocho décadas, el filme expuso con claridad males como el caciquismo, la extorsión y la opresión, problemas que, para mi asombro, siguen resonando con inquietante vigencia en el México de hoy.
Este retrato crudo, lejos de ser solo una obra cinematográfica, es un recordatorio de cuánto persisten esos vicios en nuestra sociedad.
Inspirada en la educadora Rosaura Zapata, pionera del preescolar y primera recipiente de la Medalla Belisario Domínguez, Rosaura Salazar llega a un pueblo ficticio de Coahuila con una misión encomendada por el presidente de la República, figura que evoca a Miguel Alemán Valdez. Su tarea: llevar educación y progreso a una comunidad sometida por Don Regino (Carlos López Moctezuma), un cacique que encarna el abuso de poder. La extorsión, el miedo y la desigualdad que Rosaura enfrenta no son solo un reflejo de 1947, sino un eco persistente en muchos rincones de México hoy.
El caciquismo, aunque transformado, no ha desaparecido. Cambió de rostro: ya no siempre es el presidente municipal con pistola al cinto, sino que puede ser un líder sindical, un empresario con nexos oscuros o un político que manipula voluntades con promesas o amenazas. La extorsión, que en la película se muestra como el control de Don Regino sobre los recursos y vidas del pueblo, hoy se manifiesta en el “derecho de piso” que negocios enfrentan, en la corrupción que permea instituciones o en la violencia que doblega comunidades enteras. Según datos recientes, México sigue lidiando con altos índices de corrupción y violencia, con estados como Coahuila, escenario de la película, aún enfrentando retos de inseguridad y desigualdad.
La crítica de Río Escondido fue audaz para su tiempo. Señaló sin tapujos los vicios de un sistema político que, bajo el manto del progreso, permitía que caciques y corruptos prosperaran.
Sin embargo, la película también nos interpela hoy: ¿qué hemos cambiado? Los políticos que Rosaura desafía en la ficción parecen haber encontrado formas de mimetizarse, adaptándose a nuevas épocas mientras los problemas de fondo persisten. La educación, bandera de Rosaura, sigue siendo un desafío; miles de niños en zonas rurales aún carecen de acceso a escuelas dignas, y los maestros enfrentan condiciones precarias.
Rosaura Salazar, enferma pero indomable, nos recuerda que el cambio requiere valentía. Su lucha contra Don Regino no es solo contra un hombre, sino contra un sistema que perpetúa la injusticia. En 2025, México necesita más Rosauras: ciudadanos, maestros, líderes que, aun con el corazón herido, se levanten contra la extorsión, el abuso y la indiferencia. Porque, como nos muestra Río Escondido, los problemas de ayer no se quedan en el pasado si no los enfrentamos hoy.