SONIDOS QUE MIGRAN

OPINIÓN
Por Carolina Ruiz Rodríguez*
Lunes 24 de noviembre 2025
Durante este mes de noviembre de 2025, el Colegio Nacional de México celebró la décima edición del Encuentro Libertad por el Saber, una iniciativa que este año dedicó su programa al vasto y complejo fenómeno de las migraciones.
A lo largo de una semana, especialistas de distintas áreas exploraron el movimiento como condición natural de la vida: desde la migración de las especies y de los cuerpos celestes, hasta su reflejo en la literatura, los efectos del cambio climático y la movilidad humana que, desde tiempos remotos, ha moldeado al mundo que habitamos.
El encuentro cerró el domingo 9 de noviembre con la sesión “Música y migraciones. Sonidos que migran”, un recordatorio de que sin la migración no puede entenderse el poblamiento de la Tierra ni la riqueza sonora que hoy compone nuestro mapa cultural. La música —como toda manifestación viva— se transforma, viaja, se mezcla y se reinventa.
En el Aula Mayor del Colegio Nacional se presentó el emblemático grupo Los Folkloristas, que condujo al público por un viaje sonoro a través de México y América Latina. Con cada instrumento y cada ritmo, hicieron evidente que la música es una memoria en movimiento: un puente que cruza fronteras, tiempos y geografías.
La sesión fue coordinada por la compositora y miembro del Colegio Nacional, Gabriela Ortiz, quien subrayó que la música se nutre de la migración porque, como ella, nunca permanece estática. Recordó que el jazz nació de los cantos afroamericanos con los asentamientos francesas; que el flamenco adoptó el cajón peruano gracias al encuentro de Paco de Lucía con ese instrumento; y que la cumbia, originaria de Colombia, cuando llega a nuestro país, específicamente a Monterrey, Nuevo León, se fusiona con los ritmos locales y nace la cumbia norteña, que después se enriquece con lo tecnológico y lo urbano, dando pie a la tecnocumbia, que, al ser tocada a la mitad de la velocidad, surge la llamada cumbia relajada.
Cada ejemplo reveló lo mismo: los ritmos viajan, las culturas se mezclan y el resultado es siempre más amplio, más profundo y más nuestro.
Gabriela Ortiz también destacó la labor de Los Folkloristas para acercar al público instrumentos antes desconocidos en México y buena parte de América Latina, como el charango y el rondador ecuatorianos, el bombo argentino o la cueca chilena. Cada uno porta una historia, un territorio y una identidad, pero también la posibilidad de ser comprendidos, reinterpretados y adoptados por otras comunidades.
Porque la migración no es únicamente el desplazamiento voluntario o forzado de personas que buscan mejores oportunidades o huyen de la violencia y de las crisis climáticas. Es también un intercambio cultural constante, un diálogo que transforma, complementa y fortifica identidades. Migrar no solo mueve cuerpos: mueve lenguas, saberes, sabores… y sonidos.
En tiempos donde la movilidad humana suele verse únicamente bajo el lente del conflicto o la crisis, vale la pena recordar que la historia de la música —como la historia de la humanidad— es un testimonio de encuentro, resistencia y creatividad. Cada ritmo es un mapa en movimiento. Cada melodía es una memoria compartida. Cada migración, un legado que nos enriquece a todas y todos.
Así como la sangre recorre nuestro cuerpo y lo mantiene vivo, las migraciones atraviesan al mundo y le dan forma. En ese movimiento late nuestro pasado y también nuestro porvenir. Por eso, más que tolerancia, necesitamos una cultura de respeto, dignidad y cuidado hacia todas las personas migrantes: porque en cada uno de sus viajes también viaja una parte de lo que somos.
*Diputada local y presidenta de la Comisión de Atención a las Personas Migrantes en el H. Congreso de Morelos.
IMAGEN PRINCIPAL: REVISTA ROLLING STONE
