¿TIEMBLAN LOS INTOCABLES DE MÉXICO?
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Martes 11 de marzo de 2025
No es ningún secreto que los cárteles han sido los titiriteros detrás de muchos tronos en México, pero ahora el juego podría ponerse feo. En los pasillos digitales se murmura con furia: políticos de alto calibre, desde gobernadores hasta exmandatarios, podrían estar sudando frío ante la posibilidad de que el Tío Sam meta las narices en sus sucios negocios.
Nombres como López Obrador, Rocha Moya y López Valdez han sido arrojados al lodo por figuras como “El Mayo” Zambada, y si Donald Trump aprieta las tuercas, la Fiscalía de Estados Unidos podría convertir esas acusaciones en un boleto directo a una celda gringa. ¿Coincidencia o cortina de humo? El tiempo dirá, pero el hedor a complicidad ya apesta desde aquí.
La DEA no olvida, y Trump no perdona. Estados Unidos lleva años jugando al policía del hemisferio, y México ha sido su patio trasero favorito para cazar narcos y sus cómplices. Las extradiciones recientes de capos como Ovidio Guzmán son solo el aperitivo; ahora, con Trump de regreso y su obsesión por etiquetar a los cárteles como terroristas, el foco podría girar hacia los trajeados que se llenaron los bolsillos con billetes manchados de sangre. Publicaciones como las de Aristegui Online hace unos días sugieren que el magnate ya dio el pitazo: investiguen a los beneficiarios del narco en la política mexicana. Si la DEA empieza a desenterrar pruebas —y todos sabemos que les encanta un buen escándalo—, los intocables de Morena y más allá podrían descubrir que su inmunidad tiene fecha de caducidad.
Mientras tanto, en el México de las mañaneras y las promesas vacías, la estrategia seguirá siendo la de siempre: negar, desviar, culpar al pasado. Los señalados probablemente ya estén preparando sus discursos lacrimógenos, jurando inocencia y victimización frente a un supuesto complot imperialista. Pero las redes no mienten tan fácil: los usuarios ya están afilando las guillotinas digitales, y el hartazgo es palpable. Si las pruebas cruzan la frontera y los expedientes empiezan a apilarse en Washington, ni las conferencias de tres horas ni los abrazos a los criminales van a salvar a estos pillos de un juicio que podría hacer temblar los cimientos de la autoproclamada “transformación”.
La gran pregunta es si esto será justicia o solo otro espectáculo para las masas. Estados Unidos no es precisamente un santo en este juego; su historial de intervenciones huele más a conveniencia que a moralidad. Pero para los políticos mexicanos que se creyeron dioses intocables, el mensaje es claro: el narco paga bien, pero la factura siempre llega. Si las investigaciones avanzan, podríamos ver una purga histórica… o solo un montón de ruido que se disipe entre sobornos y pactos bajo la mesa. Por ahora, que tiemblen los que tengan las manos sucias; el reloj está corriendo, y el águila americana no suele cazar con las garras guardadas.