TRAIDORES EN EL PROCESO ELECTORAL
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Jueves 25 de enero de 2024
La frágil democracia morelense se caracteriza por la traición. Desde luego que hay honrosas excepciones, pero la conducta de ciertos personajes nos sirve como modelo para confirmar lo que no debe hacerse en política.
La gente puede olvidar que algunos personajes sean tontos (por llamarlos de manera bondadosa) con iniciativa y hasta proxenetas, pero nunca sacará de su memoria a los que cambiaron de chaqueta. La sociedad siempre los condenará al juicio popular, al de la historia y al fracaso, si es que se atreven a buscar de nuevo un cargo de elección popular.
Empero, déjeme decirle a usted que en la democracia mexicana el porvenir pertenece a los traidores. Muchos, muchísimos de ellos, sin hacer campaña, llegan a ocupar escaños senatoriales, en la Cámara de Diputados (federal), en los congresos estatales y en cualquier cantidad de ayuntamientos. Así de convenenciera y oportunista es la política nacional y local.
Lo peor es que quienes traicionaron los principios de sus partidos originales se inmunizaron ante la crítica. Sobreviven gracias a repetirse que el futuro pertenece a los renegados. Los tránsfugas de los partidos políticos están guiados e identificados por un pragmatismo, aunado a una férrea defensa de sus derechos individuales, valores fundamentales de una sociedad de libre competencia y mercado político.
Es decir: para los traidores, cambiar de bando puede ser señal no sólo de buen gusto, sino de estricta dignidad para con determinados presupuestos de justicia que pueden entenderse lesionados en el desarrollo del tiempo. Si no se parte de la maldad del tránsfuga puede entenderse que éste, ante lo que supone es una traición a lo que significaba el partido o el programa, obra en conciencia. Los tránsfugas siempre encontrarán justificaciones a su proceder.
Así, cualquier argumento esgrimido por los nuevos saltimbanquis o tránsfugas será interpretado como “un acto racional” mediante el cual intentarían justificar el alejamiento de las organizaciones que les sirvieron como plataforma inicial en la política morelense.
De acuerdo a la tipología de la legitimidad formulada por Karl Deutsch, politólogo alemán, es decir la legitimidad por procedimiento, por representación y por resultado, “podría ubicarse a los tránsfugas como depositarios de la legitimidad por resultado, por cuanto ellos justifican su praxis no sólo en función de la forma como llegaron al poder, sino fundamentalmente por lo que hacen”.
Pero hay consecuencias: en el falseamiento de la representación surge la “estafa política”; el ciudadano, con su voluntad política modificada, queda en situación de indefensión; se debilita el sistema de partidos; la correlación de fuerzas resultantes de las elecciones sufre cambios con saldo negativo para los elementos del sistema; se favorece la corrupción, y aumenta la incredulidad social sobre la élite política.
Podrán decir misa y buscar los argumentos que quieran para justificar su conducta, pero quienes decidieron abandonar las filas de un partido e incorporarse a otro, o respaldar a candidatos que antes fueron sus opositores, revelan gran frustración por no haber sido escogidos como candidatos a algún cargo de elección popular y se proyectan como auténticos tránsfugas. Esa es su verdadera esencia.
Concluyo esta columna con la siguiente expresión del dramaturgo español Tirso de Molina (1579-1648): “El traidor no es otra cosa que un déspota en apuros, que no puede hacer su voluntad, sino resignarse a desempeñar un papel secundario”. Y ahí vienen de nuevo.