TRANSPARENCIA O CAÍDA: EL FUTURO DEL SERVICIO DE LIMPIA EN CUERNAVACA
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Jueves 30 de octubre de 2025
El Cabildo de Cuernavaca acaba de aprobar, por unanimidad, una concesión temporal para el servicio de recolección, traslado y disposición final de residuos sólidos urbanos, vigente del 1 de enero de 2026 al 31 de diciembre de 2027, por un monto anual de 250 millones de pesos —equivalente a unos 20.8 millones mensuales, una cifra que ilustra la jugosa rentabilidad de este negocio para cualquier empresa adjudicataria—.
Esta decisión, impulsada por dictámenes técnicos que subrayan las limitaciones operativas del Ayuntamiento, busca garantizar continuidad y eficiencia en la limpieza urbana, recordando las lecciones del pasado: el cierre de tiraderos en 2006 que derivó en una concesión de 20 años a PASA, revocada prematuramente y seguida de litigios que costaron estabilidad y millones extras. El alcalde José Luis Urióstegui Salgado, respaldando el acuerdo, enfatiza que se trata de un contrato integral para evitar encarecimientos, manteniendo el costo fijo durante cuatro años y abriendo la puerta a que la próxima administración evalúe opciones a largo plazo.
Sin embargo, en una ciudad donde la opacidad ha sido la sombra eterna de las compañías de limpia —con cuestionamientos constantes por contratos amañados y falta de rendición de cuentas—, esta licitación pública nacional emerge como una oportunidad histórica, pero también como un campo minado. Por cierto, la cuestionada regiomontana PASA podría licitar y también KS Morelos, la actual prestadora del servicio, integrada por empresarios locales bajo la conducción de Daniel Miranda, quien mucho sabe sobre la operación del sector.
Lo que está en juego no es solo la salud pública o el medio ambiente, sino la credibilidad misma del gobierno de Urióstegui Salgado: el proceso de licitación deberá ser absolutamente transparente, con bases claras, auditorías independientes y escrutinio ciudadano en cada paso, desde la convocatoria hasta la adjudicación, para cumplir con los estándares técnicos, financieros y ambientales prometidos por la síndica Paula Trade Hidalgo.
Cualquier atisbo de favoritismo, irregularidades en las evaluaciones o presiones políticas —típicas en un sector tan lucrativo— podría desencadenar no solo protestas vecinales y demandas judiciales, sino la debacle política del alcalde, convirtiendo este acuerdo en el epitafio de su gestión. Cuernavaca no puede permitirse otro capítulo de inestabilidad; la transparencia no es un lujo, sino el único antídoto contra la corrupción que ha ensuciado más que la basura misma.
Si Urióstegui logra navegar este proceso con integridad impecable, no solo preservará la limpieza de las calles, sino que sentará un precedente para que las futuras administraciones operen con la luz del día, priorizando el bienestar de los cuernavacanos por encima de los intereses ocultos.
Mirando hacia el horizonte, esta concesión temporal no solo será un puente entre administraciones, sino una prueba de fuego para el compromiso ecológico de Cuernavaca. Con el cambio climático azotando Morelos con sequías y lluvias torrenciales que agravan la acumulación de residuos, la empresa ganadora deberá demostrar no solo eficiencia logística, sino innovación en el manejo sostenible: reciclaje avanzado, reducción de emisiones y programas de educación ambiental que involucren a las colonias más vulnerables.
Urióstegui Salgado, al recordar este miércoles la contingencia de 2006, implícitamente advierte que fallar en esto podría revivir fantasmas ambientales, con tiraderos clandestinos y enfermedades brotando como maleza. La transparencia en la licitación se extiende aquí a cláusulas contractuales blindadas contra incumplimientos, con penalizaciones draconianas y mecanismos de revocación inmediata, para que los 250 millones anuales se traduzcan en calles impecables y un legado verde, no en otro escándalo que manche el orgullo de la Ciudad de la Eterna Primavera.
En última instancia, la ciudadanía de Cuernavaca no debe ser mera espectadora en este proceso; es hora de que organizaciones vecinales, ambientalistas y la prensa local exijan foros públicos, portales en línea con actualizaciones en tiempo real y veedurías independientes que fiscalicen cada peso invertido. Si el alcalde Urióstegui Salgado quiere evitar su propia caída, debe transformar esta licitación en un modelo de gobernanza participativa, donde la voz de los morelenses no sea un eco lejano, sino el pulso que guíe las decisiones. De lo contrario, lo que hoy se presenta como una solución pragmática podría convertirse en el catalizador de un movimiento ciudadano que reclame no solo calles limpias, sino una política limpia, libre de las sombras que han empañado el servicio de limpia por décadas. El futuro de Cuernavaca pende de este hilo de transparencia: tejámoslo con hilos de responsabilidad, o verán cómo se deshilacha en manos de la opacidad eterna.
