TRUMP, SHEINBAUM Y EL CIRCO DE LOS ARANCELES
OPINIÓN
Por Guillermo Cinta Flores
Jueves 6 de marzo de 2025
Donald Trump amaneció generoso el otro día, como si alguien le hubiera puesto miel en el café, y decidió que México se salve —por ahora— de los aranceles bajo el T-MEC hasta el 2 de abril. Qué detalle tan conmovedor, ¿no? Nos dio un mesecito de gracia mientras él juega al magnánimo en X, presumiendo cómo quiere a “Claudia” y lo bien que se llevan. Pero no nos engañemos: este cariño tiene fecha de caducidad y un precio alto. La paz dura lo que tarda Trump en leer un titular sobre fentanilo o en recordar que necesita un enemigo para su base. México, como siempre, queda en el papel del mal vecino que debe rogar por su afecto.
Sheinbaum, mientras tanto, navega este circo con la calma de quien sabe que está tratando con un niño grande que cambia las reglas cada cinco minutos. Ha sabido ponerle buena cara al mal tiempo, sonriendo en las fotos y negociando con la paciencia de una santa. Pero no es tonta: sabe que el reloj avanza hacia abril y que Trump no regala nada sin esperar algo a cambio. ¿Qué tan dispuesta estará a ceder en migración o seguridad para mantenerlo de buenas? Porque el T-MEC puede ser una bendición, pero también una correa si Washington decide jalarla fuerte.
Y luego está el pueblo mexicano, viendo este espectáculo desde la grada, con el estómago en un puño. Un día nos dicen que no hay aranceles, que todo está “sensacional”; al siguiente, que si no paramos el fentanilo o los migrantes, nos caen tarifas del 25 por ciento. Es una esquizofrenia agotadora, un vaivén que nos tiene preguntándonos si el próximo tuit de Trump será un halago a Sheinbaum o una patada al país que ella lidera. La incongruencia es de caricatura: ama a la presidenta, pero desprecia lo que representa. ¿Alguien le habrá explicado que no se puede separar a la jefa del equipo?
El 2 de abril se acerca como un tren sin frenos, y con él, la prueba de fuego. Si Sheinbaum no entrega lo que Trump pide —o si este simplemente se levanta con el pie izquierdo—, volveremos a las amenazas y al juego de quién grita más fuerte. México tiene un mes para afinar su estrategia, porque con Trump no hay reglas fijas, solo estados de ánimo. Y mientras tanto, aquí seguiremos, entre la esperanza y el estrés, esperando que el próximo amanecer en Mar-a-Lago no nos cueste un disgusto. Total, así es la vida al lado de un vecino que te abraza con una mano y te apunta con la otra.
Y hablando de tropiezos, Sheinbaum parece haber errado con ese mitin del domingo que, de ser un rugido político, pasó a parecer un festival musical con más guitarras que consignas. La idea sonaba potente: llenar el Zócalo, mostrar músculo y mandar un mensaje a Trump y al mundo de que México no se dobla fácil. Pero, ¡vaya sorpresa!, la convocatoria se diluyó más rápido que hielo en tequila, y ahora lo que queda es una kermés con rolas y poca sustancia. Alguien en su equipo —seguramente un asesor que cobra caro por ideas baratas— le vendió el plan como genial, y ella, en un arranque de entusiasmo, se lanzó sin medir el terreno. Ahora, en lugar de fuerza, proyecta improvisación, y el mensaje se pierde entre acordes y aplausos tibios.