UN PAÍS SIN TIMÓN: EL VACÍO ESTRATÉGICO DE LA SEGURIDAD NACIONAL
LA CRÓNICA DE MORELOS. Sábado 12 de julio de 2025.
EDITORIAL
Un General de Brigada, con experiencia como secretario de Seguridad Pública en Michoacán y ahora especialista en seguridad nacional, destapó una verdad que sacude los cimientos de México: no existe un Programa ni Sistema de Seguridad Nacional. José Alfredo Reyes Ortega, con una claridad que corta como filo de espada, reveló en el Senado, durante la inauguración de un foro denominado “Dimensiones de la Seguridad Nacional”, que la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), pilar en la lucha contra el crimen organizado, opera sin un plan rector desde 2012.
En un país donde la violencia no cede, esta confesión de un experto con trayectoria en el frente de batalla no es solo alarmante: es una condena al “gatopardismo” de un gobierno que simula avances mientras la inseguridad reina sin oposición.
El General Reyes Ortega no solo señaló la ausencia de un plan rector para 2019-2024, sino que también alertó que no hay nada preparado para 2025-2030. Esto significa que las Fuerzas Armadas, hoy sobrecargadas con tareas que van desde construir aeropuertos hasta patrullar las calles, operan sin una estrategia clara.
La falta de un documento que articule prioridades y objetivos de seguridad nacional deja al país vulnerable, improvisando en un contexto donde el crimen organizado no da tregua. La declaración del General, pronunciada entre risas nerviosas en el Senado, desnuda una verdad incómoda: México está a la deriva en un tema que define su estabilidad.
Este vacío estratégico no es un problema menor. La seguridad nacional no se trata solo de combatir cárteles, sino de proteger la soberanía, garantizar la paz interna y anticipar amenazas globales. Sin un programa actualizado, las decisiones se toman al calor de la coyuntura, sin visión de largo plazo. La Sedena, diseñada para defender al país, se ve forzada a llenar huecos que otras instituciones han abandonado, pero sin un marco que dé coherencia a sus acciones. El resultado es una política de seguridad reactiva, desarticulada, que agota recursos y no resuelve el problema de fondo: la incapacidad del Estado para imponer orden.
El “gatopardismo” que denuncia Reyes Ortega es un reflejo de nuestra realidad política. Cambian los discursos, los colores de los partidos, las promesas en los atriles, pero la inseguridad persiste como una sombra inamovible. Las Fuerzas Armadas, en lugar de ser un pilar estratégico, se han convertido en un comodín para tapar las fallas de un sistema que no planea, no coordina y no evalúa.
La confesión del General no solo es un llamado de atención, sino una exigencia al Congreso y al Consejo Nacional de Seguridad para que asuman su responsabilidad. Sin un plan claro, México seguirá atrapado en un ciclo de violencia donde los únicos ganadores son los que prosperan en el caos.
Urge un cambio real, no cosmético. El Congreso debe trabajar con el Ejecutivo y la Sedena para diseñar un Programa de Seguridad Nacional que no sea un documento de escritorio, sino una hoja de ruta efectiva para 2025-2030. La seguridad no puede seguir siendo un parche improvisado ni una tarea delegada únicamente a los militares. México necesita una estrategia integral que alinee esfuerzos, defina prioridades y rinda cuentas. Las palabras del General Reyes Ortega, con su peso de experiencia y autoridad, deben ser un despertador: sin timón, un país no avanza; se hunde. Y México lleva demasiado tiempo naufragando en su propia tormenta.