URGEN EN MORELOS LA CONFIANZA Y LA COHESIÓN SOCIAL
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Jueves 11 de julio de 2024
Traducido directamente del idioma inglés al español se llama “Las virtudes sociales y la creación de la prosperidad”, pero las editoras en los países hispanoamericanos decidieron titularlo simplemente “Confianza”. Me refiero al libro de Francis Fukuyama, científico social senior de la Rand Corporation y autor de otras obras cuya base es el concepto de la prosperidad teniendo como referente el capital financiero y el capital social. Una de ellas es “El fin de la historia y el último hombre”, que en 1993 provocó intensos debates respecto al destino de las ideologías.
La actual coyuntura socio-política de México y de nuestro estado; el inminente cambio estructural del gobierno de la República y el estatal; y el futuro entorno de nuevas presiones hacia los funcionarios del Poder Ejecutivo, ya sea federal o en Morelos, obligan a analizar los posibles escenarios sobre entornos donde todos los actores deberán acoplarse a la gran velocidad exigida por el intenso dinamismo social. Y es en este sentido donde las obras de Fukuyama cobran especial relevancia, pues la mayoría de sus teorías en prospectiva, escritas durante los años noventa, se han cumplido casi al ciento por ciento.
Por ejemplo, en el libro “Confianza” (1999), Fukuyama afirma que la única posibilidad de generar un nuevo ordenamiento económico, político y social “se sustenta en la reconstrucción de ese valor -la confianza- entre todos los sectores de la comunidad”. Inclusive, es partidario de rediseñar los partidos políticos en lugar de acabarlos.
Los elementos de la confianza deben ser considerados como razón de estado por la futura gobernadora de Morelos, Margarita González Saravia, si quiere consolidar su administración durante el primer bienio del próximo sexenio. Hoy, cuando las elecciones del 2 de junio están pasando rápidamente a la historia, campean la incertidumbre, la incredulidad y la desconfianza. Esto es peligroso sobre una entidad federativa considerada a nivel nacional como reducto del crimen organizado y de sectores sociales conflictivos. No se nos tiene confianza.
Para Francis Fukuyama “el capital social es como un trinquete que se mueve con más facilidad en una dirección que otra; las acciones de los gobiernos pueden derrocharlo enseguida, mientras que reconstruirlo resulta mucho más difícil. Ahora que la incertidumbre sobre la ideología y las instituciones está resuelta, la preservación y acumulación del capital social ocupará el primer plano” (p. 362).
Fukuyama habla de conceptos aplicables en naciones, pero también en estados como el nuestro, donde “su bienestar y habilidad de competir están condicionados por una característica cultural y dominante: el nivel de confianza inherente en la sociedad” (p. 7). Los actores se apoyan entre sí en caso de creer que forman parte de una comunidad basada en la confianza mutua, que nos lleva al concepto de “capital social”. Más claro; es la capacidad que posee la gente de trabajar juntos para lograr propósitos comunes en grupos y organizaciones. En lo personal, me parece que Margarita González Saravia posee el talento para abrir el gobierno y tornarlo en incluyente, sin torcer desde luego las premisas fundamentales de su partido, ni el mandato de los ciudadanos a través de las urnas.
Nadie duda que las autoridades estatales se encumbraron gracias a la decisión del electorado. Están plenamente legitimadas. Se confió en ellas. ¿Cómo generar entonces la confianza conceptualizada por Fukuyama como “capital social”? Yo creo que es posible con un liderazgo fuerte. Joan Prats, autor del libro “¿Quién se pondrá al frente? Liderazgos para reinventar y revalorizar la política”, indica que “no hay reforma institucional verdadera sin líderes ni emprendedores. La teoría del cambio institucional indica que éste se producirá cuando un número suficiente de actores perciban que una nueva institucionalidad puede sustituir a la precedente gozando de mayor apoyo y legitimidad”.
Entre quienes se autonombran líderes se encuentra de todo: derrochadores y austeros, modestos y fatuos, humanos y crueles, templados y lujuriosos. Dijo alguna vez Peter Drucker: “El único rasgo de personalidad que he encontrado común a los líderes efectivos que he conocido, es que todos tenían muy poco o ningún carisma”.
Todos los líderes efectivos, creo yo, deben saber cuatro cosas muy simples: 1) sólo es líder el que tiene seguidores; 2) no se es líder por ser querido o admirado, sino porque los seguidores hacen las cosas correctas y obtienen resultados (popularidad NO es liderazgo); 3) los líderes tienen gran visibilidad y establecen ejemplos; y 4) liderazgo NO es rango, privilegio, títulos o dinero, sino hacerse responsable y ponerse al frente.
El líder efectivo es extremadamente tolerante con la diversidad de la gente y jamás busca copias al carbón de sí mismo. No teme la fuerza de sus allegados, ni tampoco busca el exterminio del diferente. Al contrario: acepta sin prejuicios las diferencias sometiéndose a la “prueba del espejo” para comprobar si quien ve cada mañana es la persona respetable que quería ser el día anterior.
Cada vez queda más claro que las instituciones del pasado son obsoletas y que nuevas formas de liderazgo deben ser aprendidas. Al nuevo gobierno morelense, es decir a los funcionarios entrantes (sin excepción) debe quedarles claro que el desarrollo de nuestra entidad depende de un nuevo liderazgo basado en principios, condición necesaria para el resurgimiento de la confianza; para la generación de mercados internamente competitivos; para que sean creíbles los procesos de integración de la sociedad morelense; para que los pobres accedan sin discriminaciones a las actividades productivas; para que se multiplique el tejido de pequeñas y medianas empresas insertadas en una feroz economía global; para que se desarrolle un modelo educativo coherente con una economía productiva. En suma: para que se supere la actual confusión y se recupere el respeto a nuestro golpeado Estado.
Dijo alguna vez Bernard Shaw: “La verdadera alegría de la vida es el servir a un propósito que tú mismo reconoces como poderoso…. ser una fuerza de la naturaleza en vez de un pequeño, febril y egoísta guiñapo de aflicciones y rencores quejándose de que el mundo no se dedica bastante a hacerlo feliz”.