¿Y AHORA QUÉ SIGUE?
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Lunes 2 de septiembre de 2024
¿Y ahora qué sigue? Esta sencilla pregunta me traslada al año de 1972 cuando, bastante joven y sin conocer aún mi inclinación hacia el periodismo, vi una excelente película del director Michael Ritchie titulada “El Candidato”, cuyos principales protagonistas fueron Robert Redford, Meter Boyle, Melvyn Douglas y Don Porter. Aquella obra cinematográfica, ganadora de varios premios de la Academia, se utilizó durante varios lustros como material didáctico en las licenciaturas de comunicación y ciencias políticas (entre otras), con el fin de explicar los procesos electorales en determinadas naciones del mundo, pero sobre todo en los Estados Unidos.
El argumento del film se sustenta en la planificación, el despegue y el desarrollo de una candidatura electoral: cómo se pone en marcha el complejo engranaje de apoyos, argumentos y ambiciones que rodean a un candidato y, en el entretanto, de cómo la frescura y el idealismo de los primeros momentos va cediendo paulatinamente paso al escepticismo, el compromiso, y la sorda lucha por arañar cada vez más votos. Asimismo, brinda un valioso punto de partida para debatir sobre temas tan relevantes como la manera de afrontar las campañas electorales; la importancia del perfil personal de los candidatos frente al peso de las adscripciones partidistas; los modos de financiación de los partidos y de los candidatos y su impacto sobre el sistema político; el alcance de la libertad de prensa y su relación con el derecho a la intimidad en el ámbito de lo político. Etcétera. Cualquier parecido con elecciones mexicanas y locales de Morelos no es mera coincidencia, sino parte de la realidad electoral que se repite cada tres años y en procesos internos partidistas.
Empero, hay algo en la película, hacia el final, que nunca he olvidado. La cercanía entre el candidato y su equipo de asesores, y su dependencia hacia ellos, llega a tal grado que la noche en que lo anuncian ganador de las elecciones presidenciales, uno de sus más cercanos colaboradores se le acerca y le pregunta: “¿Y ahora qué sigue?”, a lo que el candidato Mckay, sentado en la cama de un lujoso hotel, con la habitación semivacía, contesta desconcertado: “No sé. No sé qué sigue”. Y finaliza la película…
“¿Y ahora qué sigue?”, es la pregunta que nos formulamos los morelenses allende la transición política que inició este fin de semana en el Congreso local, donde destacaron los extensos catálogos de buenos deseos. Lo mismo sucedió en el Congreso de la Unión, sobre todo en torno a los futuros legisladores federales de nuestra entidad.
Y aunque en el Congreso se esbozaron porciones de las posibles agendas legislativas de siete grupos parlamentarios, los diputados locales, seguramente, también deben hacerse la misma pregunta. Porque… el mayor peligro para los ínclitos miembros de la LVI Legislatura, a corto y mediano plazo, será perderse en la inercia de los triunfos electorales y creer que junto con camarillas de cuates, compadres y cómplices aseguraron su llegada a esta nueva ínsula de poder, sobre un escenario en el que, una vez encumbrados, sus antecesores formaron parte de la peor de todas las legislaturas. Por lo pronto, me quedo con el hecho de que la mayoría de los nuevos diputados locales patentizaron su respaldo a la próxima gobernadora constitucional del estado, Margarita González Saravia. Y efectivamente: en el ambiente se respiran nuevos aires reconciliadores.