YA FALTA POCO
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Lunes 20 de mayo de 2024
Hoy deseo referirme a la teoría de los juegos y su relevancia para el análisis político. Estamos a 12 días de que se desarrolle en México “la madre de todas las elecciones”, luego de tres años de constante bombardeo propagandístico en favor de Claudia Sheinbaum Pardo, quien desde siempre fue la candidata presidencial de Andrés Manuel López Obrador. El mismísimo presidente se encargó de cobijarla y puso a su disposición toda la maquinaria del estado mexicano, de la misma manera en que sucedía durante las transiciones presidenciales priistas. El 2 de junio, tal como lo dijo la propia ex jefa de Gobierno de la Ciudad de México, se cumplirá con el trámite de los comicios, pero de que el arroz ya se coció gracias a una elección de estado, no existe la menor duda.
El estudio de la teoría de juegos se constituyó en un instrumento esencial para disciplinas como la sociología, el derecho, la economía, las relaciones internacionales y la política. En esta última su contribución es notoria en el análisis, la articulación y el diseño de políticas públicas donde se presentan problemas de acción colectiva o de destrucción de bienes públicos.
Ayuda a comprender las acciones racionales e irracionales de los individuos y conglomerados, los incentivos tejidos alrededor de los grupos de presión para concretar sus intereses, y la forma de entender determinadas estrategias seguidas por políticos y burócratas en el trazado de las decisiones y las políticas públicas. Se usa en cualquier situación social que involucre a dos o más actores -llamados así jugadores- en donde subyacen intereses interconectados o interdependientes. Por supuesto que las interacciones generan diferentes posibles resultados, los cuales pueden ser óptimos o subóptimos, de beneficio común o de pérdidas comunes, todo ello alimentado por la necesidad de los jugadores en alcanzar sus propias metas.
Hay actores que conocen muy bien donde se sitúan en el juego merced a los datos, hechos o desenlaces que de alguna forma les fueron anteriormente revelados. Esto propicia que en las “jugadas” políticas institucionales, en el Congreso o desde instancias de control político, se ejerzan acciones que deriven en determinadas tomas de posición y decisiones finales sobre los agentes o políticas en las que se quieren influir.
En concreto: el juego estratégico cumple tres postulados. En primer lugar, cada participante tiene que ser significativo para el otro en una interacción; en segundo lugar, puedan generarse compromisos y defecciones; y, en tercer lugar, el aspecto de la información, que influye de una manera o de otra.
Sobre la cancha del presidente Andrés Manuel López Obrador, desde que destapó a sus corcholatas hace casi tres años, todo ha sido un juego en favor de Claudia Sheinbaum Pardo. A través de Morena se inventó un juego sucesorio presuntamente democrático, pero fue solo eso: un juego.
El 2 de junio se cumplirá lo dicho por la ex jefa de Gobierno: se habrá cumplido con el trámite de las elecciones con el fin de legitimar el advenimiento de la sucesora al más puro estilo del Partido Revolucionario Institucional. En base a la teoría de juegos, Sheinbaum dejará de ser candidata y pasará a ser presidenta electa. El 1 de octubre se convertirá en presidenta constitucional de los Estados Unidos Mexicanos y a partir de entonces veremos su comportamiento. Ha dicho que no habrá “teléfono rojo” entre Palacio Nacional y el rancho “La Chingada” de López Obrador, situado en Palenque Chiapas. Se le concede el beneficio de la duda.