JUVENTUD Y CRIMINALIDAD
CINTARAZOS
Guillermo Cinta Flores
Miércoles 14 de febrero de 2024
Cuando analizamos las circunstancias y factores que entregan a miles de jóvenes al crimen organizado, se infiere que desde su vida cotidiana se trató de sujetos con dificultades para relacionarse socialmente, sentimientos de inferioridad, temores, depresión, frustración y sensación de incertidumbre.
Cualquier semejanza con la conducta de muchos jovencitos a quienes conocemos no es coincidencia, sino parte de una realidad que se agravó durante las dos décadas pasadas sin las medidas preventivas adecuadas.
El fenómeno creció hasta niveles insospechados dentro de un caldo de cultivo fomentado y aprovechado por bandas delincuenciales.
Aunque la problemática afecta tanto a hombres como a mujeres, el índice de delincuencia entre los hombres es elevado desde edad temprana. Empiezan a los ocho años, pero delinquen con mayor frecuencia entre los 16 y 17.
Bajo una rigurosa interpretación psicológica, algunos científicos sociales encuadran este grave flagelo dentro del trastorno de personalidad antisocial.
Dicho “síndrome” es una condición caracterizada por el desprecio permanente a favor, y la violación de los derechos de los demás, que comienza en la niñez o la adolescencia temprana y continúa hasta la edad adulta. El engaño y la manipulación son características centrales de este trastorno.
A continuación describiré siete criterios que sirven para diagnosticar el trastorno de personalidad antisocial, cuyos signos aparecen desde edades tempranas. Son los siguientes:
1) Cuando no se ajustan las normas sociales con respecto de las conductas legales, según lo indicado por la realización de actos que son motivo de detención;
2) Deshonestidad, indicada por mentir repetidamente, utilizar un alias, estafar a otros para beneficio personal o por placer;
3) Impulsividad o incapacidad para planificar el futuro;
4) Irritabilidad y agresividad, según lo indicado por peleas físicas repetidas o agresiones;
5) Temerario desprecio por la seguridad de sí mismo y la de otros;
6) Irresponsabilidad persistente, indicada por la incapacidad de mantener un trabajo con constancia o de honor las obligaciones financieras; y
7) La falta de remordimiento, como lo indica la indiferencia o la justificación del haber dañado, maltratado o robado a otro.
A pesar de los multimillonarios apoyos del gobierno federal y algunas administraciones estatales destinados a la juventud, el reclutamiento de adolescentes por el crimen organizado sigue implacable.