DE NUEVO LAS MIL Y UNA PROMESAS
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta
Martes 5 de marzo de 2024
Prometer no empobrece. El anterior es uno de los adagios más populares entre los mexicanos utilizado cuando alguien, sea quien fuere, promete algo y no lo cumple sin preocuparse jamás por las consecuencias negativas. Esto significa que hacer una promesa no causará pobreza, es decir, no representará una cantidad importante de dinero o de otro tipo de recursos.
Cuando un político promete grandes cosas que a la postre no podrá cumplir, lo hace siempre poniendo en alto dicha frase, pero también otra máxima igual de delicada: “El fin justifica los medios”. Se trata de una expresión atribuida equivocadamente a Nicolás Maquiavelo, la cual busca defender la idea de que cuando el objetivo o la causa son importantes, cualquier medio utilizado para lograrlo es válido.
Entonces, los políticos, entre ellos los candidatos a cargos de elección popular, siempre usan las promesas para impactar en las emociones de los potenciales electores. Y son tan cínicos que verán pasar el tiempo sin haber cumplido los cientos de promesas ofrecidas durante las campañas preelectorales. Esto, a escasos días de haber iniciado las campañas de las candidatas y el candidato a la Presidencia de la República, vuelve a aparecer… y con mucha intensidad.
En tan corto lapso hemos escuchado infinidad de promesas de difícil cristalización. Las candidatas y el candidato ya han ofrecido las perlas de la Virgen al electorado en los sitios donde se han parado y emitido estridentes discursos, con el objetivo de mover emocionalmente a los electores. Empero, existe la absoluta certidumbre de que la gran mayoría de los compromisos no podrá ejecutarse, simple y sencillamente porque no habrá dinero que alcance para llevarlos a cabo y fructifiquen en favor del desarrollo nacional.
Por eso la inmensa mayoría de mexicanos tiene una percepción negativa sobre la conducta de los políticos, quienes son considerados como individuos intrínsecamente ligados a las dádivas del poder y no a una ideología o a determinados proyectos de nación. Lo mismo se repite a nivel regional y local.
Los morelenses tenemos la impresión de que al interior de los partidos y en tiempos preelectorales pululan políticos marrulleros, hábiles para echar mano de todos los ardides a su alcance con tal de consolidar su papel. Mentir es uno de ellos. Nadie puede cerrar los ojos ante esta parte de la cotidianeidad nacional: siguen existiendo diputados mañosos, presidentes municipales chapuceros, operadores políticos fraudulentos y agentes gubernamentales dedicados a la consolidación de negocios bajo el manto protector del poder.
Además, la mayoría de los políticos tampoco se distingue por sus ideas. Y es precisamente en tiempos de campañas políticas cuando comprobamos, una vez más, la existencia de hombres y mujeres sin altura de miras, cuyo objetivo es llegar al poder y desde ahí empezar o continuar la consolidación de sus circunstancias patrimoniales. Hay sus honrosas excepciones, con sujetos realmente dedicados al bien común, pero se cuentan con los dedos de la mano. Los procesos electorales significan períodos de acción colectiva que ponen en movimiento las creencias, valores e imágenes que produce la política en la sociedad. Frente a esto, los partidos políticos se constituyen en referentes fundamentales de expresión de la voluntad ciudadana para designar, con votos, la conformación de sus representantes políticos.
Las elecciones significan no sólo el método por excelencia para que la democracia funcione con cierta estabilidad, sino también la posibilidad de que la sociedad civil cambie o recicle con cierta regularidad a los actores fundamentales de la sociedad política. En una democracia, los protagonistas de la vida política son los ciudadanos.
Sin embargo, cada tres y seis años surge el riesgo de que a los cargos de representación popular lleguen los menos aptos o los más mentirosos e incumplidos. Y ahí vienen de nuevo, cargando un abultado portafolios pletórico de miles de promesas y elocuentes palabras para endulzarle los oídos al electorado. Estaremos atentos a las campañas y aquí habremos de analizar en su momento los discursos de los candidatos y su verdadera intencionalidad. Maquiavelo mismo decía: “Hay que ser expertos en el fingimiento, porque siempre habrá alguien que esté dispuesto a ser engañado”.