TRUMP: ¿EL DUEÑO DE LA NARRATIVA?
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Viernes 7 de marzo de 2025
Donald Trump, tanto en su primera presidencia como ahora en 2025, ha demostrado ser un maestro en captar la atención mediática y moldear narrativas a su favor. Su estilo directo, a menudo provocador, y su uso estratégico de redes sociales le permiten proyectar una imagen de dominio, incluso cuando habla de otros países. Sobre México, Trump históricamente ha centrado su discurso en temas como migración, comercio y seguridad (especialmente el narcotráfico), y en este nuevo mandato parece mantener esa línea. Al hacerlo, no solo atrae la atención de los medios estadounidenses, sino también la de los internacionales, lo que da la impresión de que “se apodera” de la narrativa sobre México desde afuera.
Por otro lado, Claudia Sheinbaum, con sus conferencias mañaneras, busca mantener un control narrativo interno, siguiendo el modelo de su predecesor, Andrés Manuel López Obrador. Estas conferencias están diseñadas para hablarle directamente al pueblo mexicano, proyectar liderazgo y contrarrestar críticas o narrativas externas. Sin embargo, su enfoque tiende a ser más técnico y doméstico: habla de soberanía, políticas sociales y resultados concretos, como la reducción de homicidios o el combate al fentanilo. Aunque esto resuena con su base y le ha dado una aprobación alta (alrededor del 80% según reportes recientes), su voz no siempre tiene el mismo alcance global que la de Trump, en parte por la diferencia de plataformas y la proyección de poder que tiene Estados Unidos.
¿Ha desplazado Trump a Sheinbaum en la narrativa sobre México? En el ámbito internacional, podría parecerlo, porque Trump tiene una megafonía más grande y un historial de usar a México como parte de su discurso político. Por ejemplo, sus amenazas de aranceles o su propuesta de renombrar el golfo de México generan titulares mundiales instantáneos. Sin embargo, dentro de México, Sheinbaum mantiene cierto control sobre la conversación pública. Las mañaneras le permiten responder a Trump —como cuando sugirió sarcásticamente llamar “América Mexicana” a Estados Unidos— y reafirmar la soberanía mexicana, lo cual conecta con el nacionalismo de su audiencia.
Dicho esto, hay un contraste claro: Trump juega al espectáculo y la confrontación, mientras Sheinbaum apuesta por la calma y la diplomacia, al menos públicamente. Esto puede hacer que, a veces, su narrativa parezca menos dominante frente al ruido que genera Trump. Pero todavía no es un desplazamiento total; son arenas distintas. Trump domina titulares globales, mientras Sheinbaum tiene un agarre sólido en el relato interno, que es donde más le importa consolidar su poder.
México, en este contexto, lleva meses ejerciendo una postura reactiva frente a las acciones y declaraciones de Donald Trump, lo que proyecta una imagen de subordinación que erosionará su posición en el tablero internacional. Las amenazas de Trump, como imponer aranceles del 25 por ciento a las importaciones mexicanas o presionar en temas de migración y fentanilo, colocan al gobierno de Claudia Sheinbaum en una dinámica de respuesta constante, en lugar de liderar con una agenda propia.
Esta incertidumbre, amplificada por la dependencia económica de México hacia Estados Unidos —donde exporta cerca del 80 por ciento de sus bienes—, genera un clima poco atractivo para las inversiones. Los empresarios, tanto nacionales como extranjeros, podrían optar por la cautela ante la posibilidad de cambios abruptos en las reglas del juego, lo que frena el potencial de crecimiento económico y refuerza la percepción de un México a la deriva en medio de las tormentas desatadas desde Washington.