EL AGUA EN CUERNAVACA: UN CHARCO DE INEPTITUD Y CORRUPCIÓN
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Sábado 15 de marzo de 2025
Cuernavaca, la otrora “Ciudad de la Eterna Primavera”, hoy se marchita bajo el sol abrasador de la ineptitud y el cinismo. La temporada de estiaje se acerca como un verdugo implacable, y el Sistema de Agua Potable y Alcantarillado de Cuernavaca (SAPAC) no solo está desprevenido, sino hundido en un pantano de deudas, caos administrativo y una danza de válvulas que parece más un juego de favores que un servicio público. Mientras los ciudadanos se desesperan, las pipas circulan como buitres sobre una ciudad sedienta, cobrando entre mil y dos mil pesos por un recurso que debería fluir de las tuberías, no de los bolsillos de los vecinos.
El colapso del SAPAC no es un accidente, es una crónica anunciada. El organismo arrastra una deuda descomunal con la Comisión Federal de Electricidad (CFE) que supera los 287 millones de pesos, según acuerdos recientes del Ayuntamiento, y otro adeudo con el Instituto de Crédito para los Trabajadores al Servicio del Gobierno del Estado de Morelos (ICTSGEM) que, aunque negociado a 50 millones, sigue siendo una soga al cuello. ¿Resultado? Pozos sin energía, bombas paradas y colonias enteras a merced de los “piperos”, esos empresarios del desabasto que no dan abasto ante una demanda que ellos mismos celebran con cha-ching en cada entrega.
Pero el problema no termina en las finanzas. La rotación de funcionarios en el SAPAC es un carrusel de ineptos que marearía a cualquiera. En los últimos años, directores han desfilado como si el puesto fuera una pasarela de modas, cada uno dejando su huella de promesas vacías y decisiones torpes. Mientras tanto, los valvulistas, esos señores feudales de las tuberías, abren y cierran válvulas al ritmo de “a quién le va la pedrada”. ¿Tu colonia tiene agua? Depende de si el sapo de turno te tiene en gracia o si alguien pagó el favor bajo la mesa. Es un sistema donde el acceso al agua no es un derecho, sino una lotería amañada.
La infraestructura, por su parte, es una broma cruel. Tuberías obsoletas, fugas por doquier y un mantenimiento que brilla por su ausencia. En 2017, el SAPAC no invirtió un solo peso en infraestructura, según Morelos Rinde Cuentas, y aunque en 2023 se rehabilitaron 22 pozos, la red sigue siendo un colador que pierde más agua de la que distribuye. Los tandeos son la norma, pero ni eso garantiza el servicio: el 52 por ciento de las viviendas no tienen cisterna y el 13 por ciento carecen de tinaco, dejando a miles a la deriva, dependiendo de las pipas que, por cierto, llenan sus tanques en pozos públicos sin que nadie sepa cuánto paga (o no paga) el SAPAC por ello. Hay que agregar la corrupción imperante entre empleados sin escrúpulos, adheridos a los sindicatos, quienes hacen y deshacen en el otorgamiento de todos los servicios. Es un secreto a voces el contubernio de piperos con esos malos funcionarios.
Y mientras la ciudad se ahoga en sequía, el Ayuntamiento y el SAPAC se echan la pelota como niños en un recreo. El alcalde José Luis Urióstegui promete soluciones, pero sus “acuerdos históricos” con la CFE y el ICTSGEM son paños tibios sobre una herida que supura corrupción y abandono. ¿Dónde está el dinero que los ciudadanos pagan religiosamente? ¿En qué bolsillos se evaporó el presupuesto que alguna vez tuvo 90 vehículos, incluyendo pipas y camiones Vactor, y que hoy no tiene ni una miserable cisterna operativa?
La realidad es brutal: Cuernavaca no enfrenta una crisis de agua, sino una crisis de gobernanza. El SAPAC es un cadáver burocrático que apesta a negligencia, y los ciudadanos, hartos de bloqueos y protestas, son los únicos que pagan el precio. Las pipas seguirán siendo el rey de la selva urbana, los valvulistas seguirán jugando a la ruleta rusa con las válvulas y los funcionarios ineptos seguirán rotando como moscas sobre el estiércol. Hasta que alguien tenga el valor de meter el bisturí a fondo, la “Eterna Primavera” seguirá siendo un espejismo seco, y el agua, un lujo para quien pueda comprarlo.