EL PULSO DE NUESTRO TIEMPO: LA POLARIZACIÓN QUE NOS DEFINE
OPINIÓN
Por Guillermo Cinta Flores
Viernes 13 de junio de 2025
En los años 70, leí un libro que marcó mi forma de entender el mundo: El Carácter Neurótico de Nuestro Tiempo de Karen Horney. En sus páginas, la autora desentrañaba cómo la vida en las grandes urbes alimentaba la ferocidad, el odio y la pérdida del amor entre las personas. Sus palabras resonaban entonces, pero hoy, en 2025, nos invitan a preguntarnos: ¿cuál es el signo que define a la población mundial en este momento? Si tuviéramos que elegir un solo rasgo, la respuesta podría ser inquietante: la polarización.
Vivimos en un mundo hiperconectado, pero paradójicamente dividido. Las redes sociales, con sus algoritmos implacables, han creado burbujas donde las ideas se refuerzan y el “otro” se convierte en enemigo. Desde debates políticos hasta disputas culturales, la polarización emocional y social se ha convertido en el latido dominante de nuestro tiempo. No es solo desacuerdo; es una incapacidad creciente para escuchar, para entender, para sentir empatía.
Esta división no surge de la nada. La incertidumbre global —el cambio climático, las crisis económicas, el eco de una pandemia que aún pesa— ha sembrado ansiedad colectiva. En las grandes ciudades, donde la vida transcurre a un ritmo vertiginoso, la competitividad y el aislamiento digital reemplazan las conexiones humanas por interacciones frías, casi transaccionales. Como señalaba Horney hace décadas, la modernidad nos empuja a una hostilidad que a veces ni siquiera reconocemos.
Pero no todo está perdido. En medio de este panorama, emergen destellos de esperanza: comunidades que se organizan por la sostenibilidad, movimientos que buscan tender puentes, personas que apuestan por la solidaridad. Sin embargo, el desafío es claro: la polarización nos fragmenta, y superarla requiere recuperar lo que nos hace humanos: la capacidad de conectar, de dialogar, de construir juntos.
Hoy, más que nunca, necesitamos recordar que el amor y la empatía no son lujos, sino necesidades. Porque si algo nos enseña el carácter de nuestro tiempo, es que solo juntos podemos sanar las grietas de un mundo que, aunque dividido, aún late con la posibilidad de un futuro mejor.