LA SEGURIDAD PÚBLICA EN MÉXICO: UN DESAFÍO DESDE LO LOCAL
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Jueves 28 de agosto de 2025
El fiscal general de la República, Alejandro Gertz Manero, hizo un llamado contundente a las autoridades estatales y municipales para que asuman su responsabilidad en la seguridad pública, enfatizando que el combate a la delincuencia se gana o se pierde en las calles, en la prevención de delitos menores y en la atención inmediata a las dinámicas locales. Sus palabras, pronunciadas este miércoles 27 de agosto durante la XXXI Asamblea Plenaria de la Conferencia Nacional de Secretarías de Seguridad Pública, reflejan una verdad incómoda: la dependencia de las Fuerzas Armadas y la Guardia Nacional no puede seguir siendo la muleta de corporaciones locales que, en muchos casos, están rebasadas o infiltradas por el crimen organizado. Sin embargo, el exhorto de Gertz enfrenta una realidad compleja, donde las debilidades estructurales de las policías estatales y municipales dificultan una respuesta efectiva.
La fragilidad de las corporaciones locales es un problema de larga data. Muchas policías municipales y estatales carecen de recursos, capacitación adecuada y, en no pocos casos, de integridad. La corrupción y la cooptación por parte del crimen organizado son males endémicos en regiones donde los cárteles ejercen un control casi absoluto. Ejemplos como los de Iguala en 2014, con la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, o los recientes casos de colusión en estados como Guerrero y Sinaloa, evidencian que las autoridades locales a menudo son el eslabón más débil. Este contexto plantea una pregunta crítica: ¿cómo pueden estas corporaciones, muchas veces superadas en armamento, organización y recursos, responder al llamado de Gertz sin un cambio estructural profundo?
El fiscal no desconoce esta realidad, pero su discurso pone el acento en la responsabilidad compartida. Al destacar la coordinación impulsada por el gobierno de Claudia Sheinbaum, Gertz reconoce los avances logrados a nivel nacional, como la mayor presencia de la Guardia Nacional y los esfuerzos de las Fuerzas Armadas. Sin embargo, su advertencia es clara: sin un fortalecimiento de las tareas locales de prevención, estos esfuerzos podrían quedar en meros paliativos. La delincuencia se gesta en lo cotidiano —en robos, extorsiones y delitos menores— y es ahí donde las policías locales deben actuar como primer dique de contención. El problema es que esta primera línea de defensa está, en muchos casos, desmantelada o comprometida.
Responder al llamado de Gertz requiere, en primer lugar, atacar las debilidades estructurales de las corporaciones locales. Esto implica no solo incrementar los presupuestos para equipamiento y capacitación, sino también implementar mecanismos rigurosos de control de confianza y depuración. La profesionalización de las policías no puede ser un discurso vacío; debe traducirse en salarios dignos, formación continua y sistemas de rendición de cuentas que desalienten la corrupción. Además, la coordinación entre los tres órdenes de gobierno debe ir más allá de las palabras: es necesario establecer protocolos claros de colaboración, donde la Guardia Nacional y las Fuerzas Armadas apoyen sin suplantar las funciones locales.
Otro aspecto crucial es la prevención del delito desde lo comunitario, como subraya Gertz. Las escuelas, los transportes y los espacios públicos son el primer escenario de la inseguridad, y su blindaje requiere estrategias que involucren a la sociedad. Programas de vigilancia vecinal, campañas de educación cívica y la recuperación de espacios públicos son herramientas que, bien implementadas, pueden reducir la incidencia de delitos menores y frenar la escalada de la criminalidad. Sin embargo, estas iniciativas no prosperarán si las autoridades locales no recuperan la confianza ciudadana, erosionada por años de ineficacia y corrupción.
El desafío es monumental, pero no imposible. El llamado de Gertz Manero es un recordatorio de que la seguridad pública no se construye solo desde las cúpulas, sino desde las calles. Para que las corporaciones locales dejen de ser el eslabón débil, el gobierno federal debe acompañar su exhorto con recursos, estrategias y un compromiso firme para transformarlas. De lo contrario, el discurso de la responsabilidad compartida seguirá siendo un eco en un país donde la inseguridad sigue siendo, para muchos, una dolorosa realidad cotidiana.
En Morelos, el llamado de Gertz Manero resuena con particular urgencia debido a la persistente vulnerabilidad de sus corporaciones policiacas y la fuerte presencia del crimen organizado en la entidad. Regiones como Cuernavaca, Jiutepec y zonas colindantes han enfrentado durante años problemas de extorsión, narcotráfico y violencia, con policías municipales y estatales que, en muchos casos, carecen de la capacidad operativa o han sido señaladas por colusión con grupos delictivos, como se ha documentado en reportes de medios locales y nacionales. La debilidad institucional, sumada a la falta de recursos y a una histórica desconfianza ciudadana, complica que Morelos pueda responder de manera inmediata al exhorto del fiscal. Sin una inversión sustancial en profesionalización, depuración de cuerpos policiacos y estrategias comunitarias focalizadas, el estado seguirá dependiendo de la Guardia Nacional, perpetuando el ciclo de inseguridad que afecta a sus habitantes y dificulta la consolidación de los esfuerzos nacionales que Gertz destaca.