EL DESAFÍO DE MORENA: ¿SUFRIR EL DESGASTE DE LOS PARTIDOS HEGEMÓNICOS?
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Viernes 18 de octubre de 2024
La alta concentración de poder en un solo partido puede generar desgaste, aunque el impacto depende de varios factores, como la estabilidad institucional, la calidad de las políticas implementadas, y la capacidad del partido para adaptarse a las demandas sociales.
Cuando un partido concentra demasiado poder, puede disminuir el control y balance en las instituciones democráticas, generando corrupción y abuso de tal predominio.
El partido puede volverse menos receptivo a las necesidades del pueblo, alejándose de las demandas populares y priorizando sus propios intereses.
Si no hay una oposición sólida, el partido gobernante puede perder incentivos para innovar o mejorar sus propuestas, lo que conduce a políticas ineficientes y malestar social.
La alta concentración de poder puede acentuar divisiones dentro del mismo partido, ya que distintas facciones buscan ganar más influencia o poder dentro de la estructura.
A largo plazo, el descontento social puede alimentar la fuerza de los partidos opositores, que capitalizan las fallas del partido dominante.
Ejemplos históricos muestran que, si un partido no maneja bien este poder, puede enfrentarse a una erosión de apoyo social, pérdida de legitimidad, y eventualmente, su colapso o desplazamiento.
A continuación, te proporcionamos una lista de ejemplos históricos donde la concentración de poder en un solo partido o líder terminó generando desgaste, colapso o un cambio significativo.
Unión Soviética (1917-1991)
Partido Comunista de la Unión Soviética.- Durante más de 70 años, el Partido Comunista mantuvo un control absoluto sobre la política y la economía del país. La falta de competencia política, corrupción y el aislamiento del liderazgo generaron un creciente descontento social y económico. Eventualmente, las reformas de Mijaíl Gorbachov (Perestroika y Glasnost) revelaron las profundas crisis, lo que culminó en la disolución de la URSS en 1991.
México – Partido Revolucionario Institucional (PRI)
PRI (1929-2000).- El PRI gobernó México por más de 70 años, manteniendo una fuerte concentración del poder a nivel nacional. A pesar de la estabilidad política inicial, el partido se volvió sinónimo de corrupción, fraude electoral y falta de reformas económicas adecuadas. En el año 2000, tras un desgaste prolongado y el creciente descontento popular, el PRI perdió las elecciones presidenciales ante el PAN (Partido Acción Nacional), marcando el fin de su hegemonía.
Italia – Fascismo (1922-1943)
Partido Nacional Fascista (Benito Mussolini).- Mussolini consolidó el poder en Italia mediante un estado fascista de partido único. La concentración del poder en el líder y el partido llevó a una política externa expansionista que resultó en la participación de Italia en la Segunda Guerra Mundial. El fracaso militar y el malestar interno provocaron la caída de Mussolini en 1943.
Argentina – Peronismo (1946-1955, 1973-1976)
Peronismo bajo Juan Domingo Perón.- Aunque el Peronismo es un movimiento aún vigente, en sus primeras etapas, la concentración de poder bajo Juan Domingo Perón llevó a la polarización de la sociedad argentina. Su primer gobierno fue derrocado en 1955 por un golpe militar tras el desgaste político y el creciente autoritarismo. Aunque Perón regresó al poder en 1973, el país seguía marcado por tensiones sociales que culminaron en otra dictadura militar en 1976.
Venezuela – Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV)
Chavismo y el PSUV (1999-presente).- Hugo Chávez y su sucesor, Nicolás Maduro, concentraron gran parte del poder bajo el PSUV. Las políticas autoritarias, sumadas a la crisis económica y social, han debilitado al partido en medio de un creciente descontento popular. A pesar de las medidas para mantenerse en el poder, la estabilidad del PSUV ha sido cuestionada por la hiperinflación y la migración masiva.
Zimbabue – Unión Nacional Africana de Zimbabue – Frente Patriótico (ZANU-PF)
Robert Mugabe (1980-2017).- Mugabe y su partido, ZANU-PF, gobernaron Zimbabue durante casi cuatro décadas. La alta concentración de poder llevó a una economía en crisis y a una creciente represión política. En 2017, tras un prolongado desgaste y descontento interno dentro del partido, Mugabe fue depuesto en un golpe militar.
Brasil – Era del Partido de los Trabajadores (PT)
Lula da Silva y Dilma Rousseff (2003-2016).- El PT dominó la política brasileña durante más de una década. Si bien el gobierno de Lula fue popular en sus primeros años, la administración de Rousseff se enfrentó a graves escándalos de corrupción, lo que generó una crisis política que culminó en su destitución en 2016. La alta concentración del poder, junto con la corrupción, desgastó al partido, que perdió influencia en las elecciones posteriores.
Egipto – Partido Nacional Democrático (PND)
Hosni Mubarak (1981-2011).- Mubarak mantuvo una fuerte concentración de poder en Egipto durante tres décadas bajo el PND. La corrupción, la represión y la falta de reformas provocaron el estallido de la Primavera Árabe en 2011, que terminó con la renuncia de Mubarak y el colapso de su partido.
China – Dinastías Imperiales (varias)
Dinastía Qing (1644-1912).- La última dinastía imperial en China, los Qing, gobernaron durante siglos con un control centralizado del poder. Sin embargo, la rigidez política, las derrotas en conflictos internacionales (como la Guerra del Opio) y el descontento interno llevaron al colapso de la dinastía en 1912 y al inicio de la era republicana.
Francia – Cuarta República (1946-1958)
Cuarta República (1946-1958).- Aunque Francia no fue gobernada por un solo partido, la Cuarta República se caracterizó por un gobierno débil debido a la fragmentación política y la falta de poder ejecutivo fuerte. La inestabilidad y la incapacidad para resolver crisis como la guerra en Argelia llevaron a su colapso y a la creación de la Quinta República bajo Charles de Gaulle en 1958.
Estos ejemplos muestran que la concentración de poder a menudo conduce a desgaste por la falta de contrapesos, corrupción, descontento social o crisis económicas. Si el partido o el líder no logran adaptarse o gestionar estos factores, pueden enfrentar su declive o colapso.
La posibilidad de que Morena en México enfrente un destino similar a otros partidos hegemónicos en la historia depende de varios factores, pero sí hay señales que podrían indicar riesgos si no se gestionan adecuadamente.
Morena ha consolidado un poder considerable a nivel nacional, con el control de la presidencia, la mayoría en el Congreso, 22 gubernaturas, y una fuerte presencia en los estados. Este nivel de concentración de poder puede llevar, como sucedió con el PRI, a una falta de contrapesos que debilite la rendición de cuentas.
Desgaste por gobernabilidad
Gobernar bajo un alto nivel de expectativas sociales es un desafío. A medida que Morena enfrenta problemas como la seguridad, el crecimiento económico limitado y las demandas de desarrollo social, los errores o la incapacidad para resolver estos problemas podrían desgastar la imagen del partido. Por ejemplo, la gestión de la seguridad pública y los debates sobre las políticas de justicia social ya están generando críticas internas y externas.
Tensiones internas
El rápido ascenso de Morena ha generado una amplia coalición de intereses internos, desde sectores de izquierda tradicional hasta más pragmáticos o conservadores. Esto podría provocar divisiones si no se logran mantener unidas las distintas facciones, tal como le sucedió al PRI en su declive. Además, las luchas internas por el control de candidaturas y posiciones políticas pueden crear tensiones que debiliten la cohesión del partido, como lo hemos visto en conflictos internos sobre la selección de candidatos para elecciones.
Corrupción y transparencia
Si Morena no consigue diferenciarse de sus predecesores en términos de corrupción y transparencia, el desgaste puede acelerarse. El partido se fundó en gran medida con una narrativa de lucha contra la corrupción del PRI y el PAN. Sin embargo, si surgen casos de corrupción dentro de Morena y no son abordados de manera contundente, la confianza pública podría erosionarse, como le pasó al PRI en su momento.
Desgaste por expectativas no cumplidas
Morena llegó al poder con una plataforma de cambio profundo y promesas de justicia social, combate a la pobreza y crecimiento económico. Si las expectativas no se cumplen o los resultados no se ven rápidamente, la ciudadanía puede comenzar a volverse en su contra. Esto es especialmente relevante en un país donde los niveles de pobreza y desigualdad siguen siendo altos.
La figura de AMLO y el liderazgo post-AMLO
Un desafío crucial para Morena será cómo evoluciona el partido después de que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) dejó la presidencia. Al ser un partido tan vinculado a la figura de AMLO, su salida de la escena política dejó un vacío de liderazgo, similar a lo que ha ocurrido con partidos hegemónicos en otros países cuando sus líderes carismáticos se retiraron. La sucesión de liderazgo en Morena será clave para mantener la cohesión interna y la confianza ciudadana.
Oposición debilitada
Por ahora, Morena se beneficia de una oposición fragmentada y con baja credibilidad. Sin embargo, si los partidos opositores (PRI, PAN, PRD, MC) logran reorganizarse y presentar una propuesta más sólida, Morena podría enfrentar una competencia más fuerte. Históricamente, en muchos países, el desgaste de un partido dominante ha sido aprovechado por una oposición renovada.
Fatiga política y polarización
La creciente polarización en el discurso político mexicano, fomentada tanto por el gobierno como por la oposición, podría aumentar la fatiga de los ciudadanos. Si Morena no logra encontrar un equilibrio que permita la construcción de consensos amplios, el desgaste podría ser acelerado por la percepción de que promueve un ambiente de confrontación constante, algo que en otros casos ha debilitado a partidos en el poder.
Comparación con otros ejemplos históricos
Morena se enfrenta a un camino que podría parecerse al del PRI si no gestiona bien la corrupción, el descontento social y los conflictos internos. Aunque ha logrado sostener una narrativa de cambio, en la medida en que permanezca en el poder, podría enfrentar desafíos similares de desgaste si las instituciones no mejoran sustancialmente.
Venezuela (PSUV). Si bien las realidades de México y Venezuela son distintas, algunos analistas advierten que, si Morena no logra diversificar su liderazgo y mantener un sistema democrático sólido, podría experimentar tensiones y un aislamiento político que afecte su estabilidad a largo plazo.
En resumen, Morena podría estar perfilándose hacia un desgaste similar al que han enfrentado otros partidos hegemónicos, pero su futuro depende de su capacidad para evitar los errores históricos comunes, como el abuso de poder, la corrupción y el incumplimiento de expectativas. El desafío está en cómo maneje las tensiones internas, las críticas externas y las expectativas sociales para evitar un colapso a largo plazo.