LA HIPOCRESÍA FRANCISCANA: POLÍTICOS MEXICANOS EN SU “MEDIANÍA” DE ORO
LA CRÓNICA DE MORELOS
Viernes 10 de octubre de 2025
E D I T O R I A L
En el circo político mexicano, donde la austeridad se predica como evangelio pero se practica como anécdota, los honorables legisladores y algunos mandatarios de la Cuarta Transformación (4T) han elevado la hipocresía a forma de arte. Ellos, los guardianes de la “honrosa medianía”, juran por sus sueldos modestos —que rondan los 100 mil pesos mensuales, más bonos y extras que harían sonrojar a un jeque árabe— que viven en la pobreza franciscana, durmiendo sobre colchones de paja y comiendo tortillas con sal. Sin embargo, basta un vistazo a sus agendas para descubrir que esa medianía es tan real como un unicornio en Palacio Nacional: yates alquilados para “giras de trabajo”, escoltas que parecen séquito real y propiedades que multiplican como conejos en la sombra. ¿Austeridad republicana? Más bien, opulencia disfrazada de virtud, donde el pueblo aplaude mientras paga la cuenta.
Andrés Manuel López Obrador, el profeta de la 4T, ha sido el maestro indiscutible de esta farsa. Desde sus campañas, AMLO tronaba contra los excesos priistas y panistas, prometiendo que él volaría en clase económica y rechazaría aviones privados como si fueran el diablo en persona. “No usaremos jets lujosos”, repetía en mítines, evocando una imagen de monje errante que viaja en camión de línea. Pero oh, sorpresa: en 2018, fue captado descendiendo de avionetas rentadas que, según sus defensores, eran meros “taxis aéreos” para no perder tiempo en vuelos comerciales. Instalado en el Palacio Nacional como un emperador disfrazado de asceta, su discurso de pobreza franciscana chocó con la realidad de un gobierno que gasta millones en seguridad y logística VIP, mientras el pueblo se ahoga en deudas y promesas evaporadas. La austeridad, para AMLO, fue un lujo que solo él podía permitirse predicar.
Y si AMLO era el ideólogo, sus discípulos como Gerardo Fernández Noroña llevan la hipocresía a niveles operísticos. El senador morenista, autoproclamado apóstol de la humildad, fue pillado hace unos días surcando los cielos de Coahuila en un jet privado Socata TBM 850, un “taxi aéreo” que cuesta dos mil dólares la hora y que él jura haber pagado de su peculio —como si su sueldo de mesero franciscano alcanzara para tales caprichos. “No es presunción, es eficiencia”, se justificó Noroña, ignorando que el vuelo podría ser ilegal por cabotaje y que contradice el edicto lopezobradorista de repudiar tales vanidades. Mientras tanto, el resto de la 4T —desde Sheinbaum hasta los Armenta— acumula millas en aeronaves exclusivas, burlándose de la “medianía” que imponen al erario. Es el colmo: predican el ayuno mientras devoran el banquete aéreo.
Aun así, en esta tragicomedia nacional, el pueblo mexicano los adora con una devoción que roza lo masoquista. ¿Por qué? Porque el discurso no para: mañaneras que duran horas regañando a los “fifís”, promesas de justicia social que suenan a bálsamo en tiempos de crisis, y un carisma que convierte la hipocresía en virtud. Los jets privados se convierten en “herramientas del pueblo”, los sueldos inflados en “sacrificios necesarios”, y la pobreza franciscana en un mito que une a las masas. Al final, mientras los políticos medianos vuelan alto, el mexicano de a pie sigue en tierra, aplaudiendo el espectáculo. ¡Qué ironía tan mexicana: amar a quienes nos roban el pan, pero con sonrisas y discursos interminables!