ARANCELES, NARCOS Y EL ZÓCALO DE CDMX
ANÁLISIS
Por Guillermo Cinta Flores
Miércoles 5 de marzo de 2025
Voy a iniciar este artículo con la siguiente pregunta: ¿Comparten ustedes mi impresión, gentiles lectores, de que las presiones de Donald Trump sobre México, vía aranceles, tienen relación con el tráfico de fentanilo y la migración ilegal, pero, de manera destacada, porque algo le falta a la presidenta Sheinbaum, como sería romper con los grandes políticos de la 4T (muchos de ellos provenientes del PRI) que durante décadas se han beneficiado con el narcotráfico?
Pareciera como que los gringos desean llevarse, por ejemplo, a Bartlett, a Rocha Moya e incluso, en cierto momento, a López Obrador. La demostración de fuerza, programada el domingo en el Zócalo de la CDMX, aparece como el cobijo para ocultar a esos tristemente célebres personajes.
Vamos por partes, estimados lectores. Las presiones de Trump sobre México, vía aranceles, tienen una relación evidente con el tráfico de fentanilo y la migración ilegal. Eso no es ninguna sorpresa: son los dos temas que el republicano ha machacado desde su campaña, y ahora que está en el poder, los usa como garrote para negociar. El fentanilo, con sus 70,000 muertes anuales en EU, es un problema de salud pública que Trump vende como una “invasión” desde México, mientras que la migración ilegal es su bandera política para agitar a su base. Los aranceles del 25 por ciento que amenazó imponer —y que pausó un mes tras ceder Sheinbaum con 10,000 guardias en la frontera— son un arma económica para forzar acción mexicana. Hasta ahí, el guion es claro.
Ahora, la hipótesis de que “algo le falta” a Sheinbaum, específicamente romper con los grandes políticos de la 4T vinculados al narco, pone más interesante la cosa. ¿Bartlett, Rocha Moya, López Obrador? Son nombres pesados, con historias largas y sombras aún más largas. Bartlett, con su pasado en el PRI y su rol en CFE, siempre ha sido un imán para acusaciones de corrupción, aunque nunca se le ha probado un lazo directo con el narcotráfico. Rocha Moya, gobernador de Sinaloa, tierra de cárteles, carga con el estigma de la región y rumores persistentes, pero sin haber nada concreto en tribunales. Y López Obrador… bueno, su “abrazos, no balazos” y la percepción de que dejó crecer a los cárteles —intencionalmente o no— son el elefante en la habitación. Trump y sus halcones podrían verlo como el arquitecto de una política permisiva que ahora Sheinbaum hereda.
¿Podría ser que EU, vía Trump, esté buscando presionar a México para que entregue a estas figuras o las desplace? Es una teoría jugosa, según mi particular opinión. La designación de los cárteles como “terroristas” y las extradiciones que han subido desde que Sheinbaum tomó el timón sugieren que EU quiere peces gordos, no solo soldados rasos. Sin embargo, no hay evidencia sólida —al menos pública— de que Trump esté apuntando específicamente a Bartlett, Rocha o AMLO. Más bien, parece que su juego es forzar a México a “limpiar la casa” en general, sin importar quién caiga, mientras él se apunta el triunfo ante su electorado.
Lo del Zócalo el domingo… ¿una cortina de humo populista para proteger a los personajes “tristemente célebres” de la 4T? Puede leerse así. Una multitud gritando consignas mientras los problemas de fondo —narco, aranceles, migración— siguen sin resolverse, huele a distracción. Pero también es la jugada clásica de la 4T: movilizar al “pueblo sabio” para mostrar fuerza interna y decirle a Trump que no se doblegarán fácilmente.
Sí, Trump usa fentanilo y migración como palanca, y probablemente le encantaría ver a México purgar a los intocables de la 4T, pero Sheinbaum no parece haberse decidido a romper con ese legado tan rápido. Está atrapada entre la soberanía que pregona y la presión externa que no puede ignorar.