El culto a la personalidad en México: el líder ocupa un lugar central y casi incuestionable
ANÁLISIS
Por Guillermo Cinta Flores
Martes 1 de octubre de 2024
La propaganda es el eje central en la construcción de un culto a la personalidad. Los regímenes tiránicos controlan férreamente los medios de comunicación, asegurándose de que cualquier mensaje que se difunda refuerce la grandeza del líder. Los periódicos, la radio, la televisión e incluso el internet (en regímenes modernos) son usados para promover una imagen de infalibilidad. Documentales, canciones patrióticas, discursos y hasta películas pueden estar diseñados para alimentar esta narrativa.
En un régimen que practica el culto a la personalidad, cualquier crítica o disenso es visto como un ataque directo al régimen y al líder, y se castiga severamente. Esto puede incluir censura de prensa, encarcelamiento de críticos, exilio forzado o incluso ejecuciones. La represión no solo busca eliminar opositores, sino que también tiene un efecto disuasivo sobre otros posibles disidentes.
Otra característica clave del culto a la personalidad es la reescritura de la historia para colocar al líder en el centro de los logros nacionales, mientras se ocultan o minimizan los aspectos negativos de su gobierno. El sistema educativo se rediseña para adoctrinar a las generaciones más jóvenes, presentando al líder como un héroe incuestionable, a menudo divinizándolo o asociándolo con mitos fundamentales.
El culto a la personalidad se refuerza a través de una constante presencia visual del líder en la vida cotidiana. Las estatuas, los retratos en edificios públicos, las imágenes en billetes y sellos postales, y otros símbolos iconográficos están diseñados para hacer que el líder esté omnipresente, simbolizando que su poder y autoridad están por encima de todas las cosas.
Los gobernantes tiránicos a menudo se presentan a sí mismos como figuras extraordinarias, capaces de hazañas sobrehumanas o dotadas de una misión histórica. Se crean leyendas y mitos en torno a sus orígenes, habilidades, o incluso su conexión divina.
El culto a la personalidad a menudo implica la imposición de gestos públicos de lealtad, como desfiles, mítines masivos y manifestaciones organizadas para demostrar el apoyo popular al régimen. En muchos casos, la participación no es voluntaria, y la negativa a participar o mostrar entusiasmo puede tener graves consecuencias. Estos eventos refuerzan la sensación de que el líder cuenta con un apoyo masivo e inquebrantable, lo que desanima a los opositores.
Algunos regímenes han logrado entrelazar la religión o creencias espirituales con el culto a la personalidad. Los líderes tiránicos se presentan como figuras casi divinas, capaces de guiar espiritualmente a la nación, o incluso se les otorgan títulos con connotaciones místicas.
El culto a la personalidad no solo es una herramienta de control político, sino también una distorsión peligrosa que impide el crecimiento democrático y la pluralidad, llevando a sociedades cerradas y rígidas donde el poder reside en manos de un solo individuo o una élite reducida.
CULTO A LA PERSONALIDAD DE AMLO
El fenómeno de culto a la personalidad de AMLO ha sido comparado con otros líderes populistas en América Latina, como Hugo Chávez en Venezuela o Evo Morales en Bolivia, donde la figura del líder se convierte en el centro del poder y la política, eclipsando a las instituciones y creando una relación directa y emocional entre el líder y sus seguidores.
El culto a la personalidad en torno a Andrés Manuel López Obrador es un fenómeno complejo que fue clave en su éxito político y en la implementación de su proyecto de transformación. Sin embargo, también plantea preguntas sobre el futuro de la democracia en México, el equilibrio de poderes y el papel de las instituciones en un contexto donde el líder ocupa un lugar central y casi incuestionable.